trastornos del estado de ánimo - TEA -
Hay una serie de factores, que sumados a la edad, favorecen que las alteraciones del estado de ánimo sean muy prevalentes en los mayores de 65 años. Entre dichos factores destacarían:
. Cambios en la rutina habitual: Según datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, en España residen más de 8 millones de jubilados, un colectivo susceptible de padecer alteraciones del estado de ánimo debido a no saber enfrentarse a su nuevo día a día, pensando que la no ocupación es sinónimo de inutilidad. A esto también se une el hecho de que los hijos abandonen el hogar así como los cambios físicos propios de la edad.
Todo esto, hace que este sector de la población sea más proclive a presentar estados de desmotivación y baja autoestima que, si no son bien gestionados, pueden desembocar en una depresión.
. Presentar dolor crónico: Según datos de la Sociedad Española del Dolor (SED), el 18% de los españoles sufren dolor crónico, y en un 60% de los casos, este dolor está infratratado e infravalorado, una situación que es especialmente significativa en el caso de la población anciana, en la que el dolor, tanto crónico como agudo, supone un problema frecuente y su presencia se incrementa con la edad.
De hecho, las consecuencias que tiene en este sector de la población son mucho mayores: así, es frecuente encontrar asociado al dolor, disminución importante de la socialización, alteraciones del sueño, dificultades para desplazarse, pérdida de autonomía y aumento de la necesidad de cuidado, lo que aumenta la probabilidad de que el sujeto desemboque en una depresión.
. Tener una o varias enfermedades crónicas: Seguir un tratamiento durante toda la vida puede tener un impacto muy negativo en el estado de ánimo, siendo la manifestación más habitual tras el diagnóstico: la incertidumbre o miedo, ansiedad, enfado, estrés o depresión.
. Secuelas de algunas enfermedades: En ocasiones, el hecho de haber tenido una enfermedad conlleva un sentimiento de pérdida respecto a la vida anterior que puede afectar al ánimo, aunque la dolencia se haya superado con éxito.
La depresión y la ansiedad, adquieren tintes distintos en los ancianos
Una de las características de la depresión en las personas mayores es que no suele ir acompañada de tristeza vital. Los pacientes se quejan, en cambio, de problemas digestivos, genitourinarios y osteomusculares, así como de pérdidas de memoria.
Tal y como se explica en la Guía Farmacoterapéutica Trastornos del Estado de Ánimo: Depresión y Ansiedad, elaborada por el CGCOF (Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos), la depresión en el anciano continúa estando infradiagnosticada a pesar de su elevada incidencia: el 50% de los ancianos hospitalizados sufren depresión y también padecen esta enfermedad el 40% de los que reciben tratamientos por enfermedades somáticas; el 15-35% de los que viven en residencias y el 10% de aquellos que conviven en el ámbito familiar.
A la hora de establecer el diagnóstico de depresión, hay que diferenciar claramente entre los síntomas somáticos propios de la depresión y la sintomatología física derivada del proceso normal de envejecimiento.
También hay que descartar patologías que tengan unos síntomas semejantes a los de la depresión y valorar si el paciente sufre alguna enfermedad somática o está tomando algún medicamento que haya podido desencadenar el cuadro depresivo.
En cuanto a los trastornos de ansiedad, su incidencia en los mayores de 65 años ronda el 20%, siendo los más frecuentes en este sector de la población los de ansiedad generalizada (7,3%) y los fóbicos (3,1-10%).
Los factores de riesgo asociados a la ansiedad, están relacionados con el estrés (enfermedades crónicas, acontecimientos vitales) y la vulnerabilidad (ser mujer, estar solo, tener un bajo nivel intelectual, escasos recursos...). Es frecuente que el trastorno haya comenzado en etapas previas y que determinados factores ligados al envejecimiento, lo hagan reaparecer.
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