artículos de actualidad
septiembre 2022
"La deficitaria oferta MIR de Geriatría atenta contra la Constitución"
Fuente:redaccionmedica.com
Autora: Tania Calahorra
Francisco Tarazona, vocal de la Junta Directiva de la SEGG, analiza la actual oferta MIR para Geriatría.
Las consejerías de Salud autonómicas han dado forma a su oferta de plazas para cada una de las especializades de MIR, EIR, PIR y FIR. Una estrategia que ha sido ratificada por la Comisión de Recursos Humanos del Consejo Interterritorial del SNS y que refleja un total de 8.503 puestos de Médico Residente.
Entre las plazas ofertadas, Geriatría es una de las más perjudicadas puesto que hay un total de cinco comunidades autónomas que no ponen a disposición de los médicos ninguna plaza en este Servicio. La decisión no deja de sorprender a la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) que alerta de la falta de geriatras que hay actualmente en todo el territorio estatal, un hecho que contrasta con el envejecimiento de la población española.
Un análisis de los datos del padrón del Instituto Nacional de Estadística (INE) demuestra como, a pesar de que la pandemia ha provocado el primer descenso de la población de los últimos cuatro años, con 106.146 personas menos en 2020, la franja de edad de mayores de 65 años no ha dejado de crecer y alcanza el máximo histórico de 9.307.511 personas. Las cifras reflejan que, a pesar del exceso de mortalidad causado por el Covid-19 y de la especial incidencia de la enfermedad sobre las personas mayores, la estructura de la pirámide de población no varía.
En base a estos datos y publicadas las plazas que Sanidad ha puesto a disposición de los MIR en el servicio de Geriatría para el próximo año, Francisco Tarazona (vocal de la Junta Directiva de la SEGG) explica a Redacción Médica que "como mínimo, debido al proceso de envejecimiento poblacional y la demanda de los sistemas públicos de salud, haría falta duplicar de forma gradual, en los próximos tres años, el número de plazas ofertadas para 2023". El especialista avisa que, si no se cambia la tendencia y no se amplian las plazas en este servicio, puede haber "un déficit de profesionales de Geriatría en los próximos años en España".
Fuga de batas blancas
"El número de especialistas formados en España y que termina desarrollando su actividad en otros países europeos crece anualmente lo que, unido al incremento de la oferta de plazas públicas experimentadas en los últimos años, conlleva a un importante número de vacantes que no pueden ser cubiertas con los geriatras formados anualmente", asegura. Es por ello que piden al Ministerio de Sanidad ampliar las plazas en esta especialidad que actualmente no tienen ninguna ofertada en un total de cinco comunidades autónomas.
"Cantabria, Murcia, La Rioja, País Vasco y Andalucía no ofertan ninguna plaza de Geriatría", lo que supone un acceso poco equitativo de la población a estos especialistas. "Refleja la desigual implantación de la Geriatría como especialidad médica en el territorio español, lo que va en contra de la equidad e igualdad de derechos de los ciudadanos recogida en la Constitución", matiza Francisco Tarazona.
Invertir en Geriatría supone un ahorro para el sistema
En declaraciones a este periódico, el vocal de la Junta Directiva de la SEGG pide a las autoridades que reflexionen sobre este asunto y cambien la tendencia en las próximas convocatorias en beneficio de la población. "Los consejeros de sanidad de los territorios que no ofertan plazas en Geriatría, junto a algún otro con formación MIR pero con escasa implantación de este especialidad en su territorio, deberían reflexionar sobre la situación de la atención a los adultos mayores presente y futura, revisando los excelentes resultados para el paciente, y para el sistema, que aportan las unidades geriátricas de agudos, las unidades de ortogeriatría y oncogeriatría, los geriatras de enlace con atención primaria y los centros residenciales, por poner únicamente algunos ejemplos de estas ventajas para los mayores demostradas científicamente. Además, generan importantes ahorros para el sistema".
La petición de la SEGG no señala únicamente a los Médicos Internos Residentes, también indican que la "oferta de plazas EIR para Geriatría" debería ser mayor en todo el territorio estatal para hacer frente a las necesidades de la población ya que actualmente tampoco es suficiente.
Esto es lo que deben caminar los octogenarios para prolongar su vida
Fuente: 20min.es/salud
Una hora de paseo a la semana se asocia a una mayor longevidad en personas de 85 años o más, según una investigación presentada en el Congreso del CES 2022 de la Sociedad Europea de Cardiología, que se celebra en Barcelona.
Independientemente de la edad, se aconseja a los adultos realizar al menos 150 minutos semanales de actividad de intensidad moderada o 75 minutos semanales de actividad de intensidad vigorosa, o una combinación equivalente.
Sin embargo, en los adultos, el tiempo de sedentarismo tiende a aumentar con la edad mientras que la cantidad de actividad física disminuye.
Los mayores de 85 años deben caminar 10 minutos al día
"Los adultos tienen menos probabilidades de cumplir las recomendaciones de actividad a medida que envejecen -afirma el autor del estudio, el doctor Moo-Nyun Jin, del Hospital Sanggye Paik de la Universidad de Inje, en Seúl (República de Corea)-. Nuestro estudio sugiere que caminar al menos una hora cada semana es beneficioso para las personas de 85 años o más. En pocas palabras, caminar 10 minutos todos los días".
Este estudio examinó la asociación entre caminar y los riesgos de mortalidad por todas las causas y cardiovascular entre los adultos de 85 años o más. Los investigadores utilizaron información de la base de datos de ancianos del Servicio Nacional de Seguros de Salud de Corea (NHIS).
El estudio incluyó a 7.047 adultos de 85 años o más que se sometieron al Programa Nacional de Exámenes de Salud de Corea entre 2009 y 2014. Los participantes rellenaron un cuestionario sobre la actividad física en el tiempo libre en el que se preguntaba por el tiempo dedicado cada semana a caminar a ritmo lento, a actividades de intensidad moderada, como el ciclismo y la marcha rápida, y a actividades de intensidad vigorosa, como correr.
La edad media de los participantes era de 87 años y 4.813 (68,3%) eran mujeres. Los participantes se clasificaron en cinco grupos según el tiempo que dedicaban a caminar a ritmo lento a la semana. Unos 4.051 (57,5%) participantes no caminaban a paso lento, 597 (8,5%) caminaban menos de una hora, 849 (12,0%) caminaban de una a dos horas, 610 (8,7%) caminaban de dos a tres horas y 940 (13,3%) caminaban más de tres horas a la semana.
En toda la población del estudio, compuesta por 7.047 adultos, 1.037 (14,7%) participantes realizaban actividad física de intensidad moderada y 773 (10,9%) realizaban actividad física de intensidad vigorosa. Sólo 538 participantes (7,6%) cumplieron las recomendaciones de las directrices sobre la actividad física de intensidad moderada a vigorosa. De los 2.996 participantes que caminaron a un ritmo lento cada semana, 999 (33%) también realizaron actividad física de intensidad moderada o vigorosa.
El riesgo de no caminar
Los investigadores analizaron las asociaciones entre caminar, la mortalidad por todas las causas y la mortalidad cardiovascular después de ajustar la energía gastada en la actividad física de intensidad moderada a vigorosa.
En comparación con las personas inactivas, las que caminaban al menos una hora a la semana (es decir, las tres categorías más altas de caminantes) tenían un 40% y un 39% menos de riesgo relativo de mortalidad por todas las causas y cardiovascular, respectivamente.
"Caminar se relacionó con una menor probabilidad de morir en los adultos mayores, independientemente de que hicieran o no alguna actividad física de intensidad moderada a vigorosa -explica el doctor Jin-.
Identificar la cantidad mínima de ejercicio que puede beneficiar a los ancianos es un objetivo importante, ya que los niveles de actividad recomendados pueden ser difíciles de alcanzar".
Tras el covid: el riesgo de problemas psiquiátricos sigue al alza dos años después
Fuente:elpais.com
Autora: Jessica Mouzo
Una investigación sugiere que las personas que han sufrido una infección por coronavirus siguen teniendo un mayor riesgo de afecciones neurológicas como niebla mental, demencia o psicosis hasta dos años después de pasar la enfermedad
El poso que deja la covid en el organismo sigue latente muchos meses después. Como un lastre que acompaña a las personas que han pasado la enfermedad, el riesgo de desarrollar algunas dolencias psiquiátricas y neurológicas, como los brotes psicóticos, la demencia, la niebla mental o la epilepsia, sigue al alza hasta dos años después del diagnóstico, según un estudio publicado en la revista The Lancet Psychiatry.
No todas las enfermedades asociadas, eso sí, tienen la sombra tan alargada. El riesgo de padecer ansiedad y trastornos del ánimo no es mayor que el que tienen las personas que sufren de base otra infección respiratoria, concluyen los investigadores.
Hay muchas incógnitas aún por desvelar sobre el eventual impacto de la covid en el organismo a corto, medio y largo plazo. Como la covid persistente, que dibuja cuadros clínicos heterogéneos con más de 200 secuelas diferentes y aún se desconoce por qué surge, a quién afecta y durante cuánto tiempo. El estudio más afinado sobre su prevalencia calculaba que uno de cada ocho infectados tiene síntomas prolongados, pero el porqué y a quién afectan las distintas secuelas, en qué grado o qué efectos tendrá la infección por coronavirus sigue en el aire.
Una nueva investigación, impulsada por científicos de la Universidad de Oxford, vuelve a abrir ese melón sobre cuán larga es esa rémora que deja la covid. En este caso, específicamente en dolencias neuropsiquiátricas. Desde el inicio de la pandemia, la comunidad científica ha alertado de que la covid elevaba el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades psiquiátricas y neurológicas, pero los investigadores de Oxford, explican en su artículo, querían dar respuesta a varias cuestiones sin resolver: si esos riesgos elevados volvían a la normalidad con el tiempo y cuándo, si eran similares por edades y en niños, y si esos perfiles de riesgo cambiaban al calor de la evolución de las distintas variantes del virus.
Para ello, recogieron información clínica en bases de datos de 1,28 millones de personas con covid, la mayoría de Estados Unidos, pero también de España, Australia, Bulgaria y Malasia, entre otros países. Y los cruzaron con un grupo formado por otros tantos participantes que habían tenido otras infecciones respiratorias. “Hasta donde sabemos, este es el primer estudio con una cohorte de comparación que evalúa los riesgos de una variedad de resultados neurológicos y psiquiátricos de covid hasta dos años después de la infección índice por Sars-CoV-2. Descubrimos que los riesgos de resultados neurológicos y psiquiátricos posteriores a la covid siguen diferentes trayectorias”, explican los científicos en el artículo.
Algunas afecciones van a ser dos o tres veces más comunes después de hacer frente a la covid que a otras infecciones respiratorias
Paul Harrison, profesor de la Universidad de Oxford y autor principal del estudio, ha matizado, en un encuentro con los medios, que esos riesgos no son dramáticos y difieren sustancialmente según los grupos de edad. No se trata de un riesgo 10 o 100 veces superior, ha dicho. “Creo que la peor relación de probabilidades es de dos o tres: algunas cosas van a ser dos o tres veces más comunes después de hacer frente a la covid que a otras infecciones [respiratorias].
Pero aquellas cosas que son relativamente más comunes también tienden a ser cosas raras”, ha apuntado. La investigación reveló que los riesgos de trastornos psiquiátricos comunes, como la ansiedad o la depresión, desaparecían antes de dos meses. “Buenas noticias”, ha valorado, en el mismo encuentro con periodistas, Max Taquet, investigador en psiquiatría del Instituto Nacional para la Investigación de la Salud y coautor del estudio: “El exceso de riesgo de algunos trastornos, en particular los trastornos de ansiedad, desapareció en tres meses sin un exceso general de casos en dos años. Lo que eso significa es que dos años después de la infección, la cantidad de personas con covid que tenían un diagnóstico de depresión o un trastorno de ansiedad era la misma que la de las personas que tenían otra infección del tracto respiratorio. Y eso es muy tranquilizador”, ha añadido.
No habrá un tsunami de demencia
La contrapartida, sin embargo, es que no sucede lo mismo en algunas de las 14 dolencias analizadas en la investigación. Los riesgos de déficit cognitivo (como la niebla mental), la demencia, los trastornos psicóticos, la epilepsia y las convulsiones seguían aumentando hasta dos años después del diagnóstico. “Desde los horizontes de riesgo, si no se ha diagnosticado ningún trastorno de ansiedad dentro de los dos meses posteriores al diagnóstico de covid, a partir de ese momento, el paciente puede estar seguro de que su riesgo ya no es mayor que después de otra infección respiratoria. Si un paciente había desarrollado un accidente cerebrovascular isquémico dentro de los dos meses posteriores al diagnóstico de covid, es plausible que el diagnóstico de covid haya contribuido (ya sea directa o indirectamente) a su aparición, pero más allá de los dos meses, se deben considerar activamente otras causas”, ejemplifican en el estudio.
Los investigadores han matizado que sus resultados no quieren decir, por ejemplo, “un tsunami” de casos de demencia y puede que el incremento de trastornos psicoticos no sean crónicos, sino episodios puntuales ocurridos en un momento concreto. Pero tampoco se debe descuidar, agregan, este potencial incremento de diagnósticos. Los científicos admiten, no obstante, que una de las limitaciones de su estudio es que desconocen “la gravedad o el curso de cada trastorno después del diagnóstico, o si estos son similares o no después de la covid y después de otras infecciones respiratorias”.
Lo científicos avisan, en cualquier caso, de que estas trayectorias de riesgos “son informativas para la salud pública” y sirven de guía a pacientes y sanitarios para estar “atentos” a eventuales “secuelas tardías”.
Harrison alerta también, en términos de planificación sanitaria, de sus hallazgos: “Los resultados tienen implicaciones importantes para los pacientes y los servicios de salud, ya que sugieren que es probable que ocurran nuevos casos de afecciones neurológicas relacionadas con la infección por covid durante un tiempo considerable después de que la pandemia haya disminuido. Nuestro trabajo también destaca la necesidad de más investigación para comprender por qué sucede esto después de la covid y qué se puede hacer para prevenir o tratar estas afecciones”.
Más riesgo de convulsiones en niños
Por edades, los investigadores también encontraron que los perfiles y trayectorias del riesgo de desarrollar algunas dolencias neuropsiquiátricas cambiaban dentro de los propios adultos y también con respecto a los niños. Por un lado, los adultos menores de 64 años tenían más riesgo de niebla mental o dolencias musculares en comparación con aquellos de su mismo rango de edad que sufrieron otras infecciones respiratorias. En los más ancianos, se veía una mayor incidencia de niebla mental, demencia y trastorno psicótico respecto al grupo control.
En cuanto a los niños, si bien el riesgo de diagnósticos neuropsiquiátricos era más bajo que en adultos, tenían más posibilidades de sufrir un trastorno psicótico o convulsiones en los dos años posteriores a la detección de la covid. “Los niños tienen tres veces más riesgo de desarrollar trastornos psicóticos y tienen dos veces más riesgo de epilepsia o convulsiones”, ha explicado Taquet. Aun así, ha matizado, el riesgo absoluto era muy bajo porque la incidencia de estas dolencias en la población infantil es ínfima: por ejemplo, para los trastornos psicóticos, la incidencia era de 0,18% tras dos años de la covid frente al 0,063% en el grupo control con otras infecciones respiratorias.
A propósito de la ansiedad y los trastornos del ánimo, los menores no tuvieron un mayor riesgo en ninguna etapa tras pasar la covid en comparación con los críos que sufrieron otras infecciones respiratorias. La niebla mental, ha agregado Taquet, también fue “transitoria” y no aumentaba a los dos años.
Esta investigación afina un poco más en los riesgos de desarrollar ciertas dolencias, pero deja también otras cuestiones aún por resolver. Por ejemplo, por qué sucede. En los niños, hipotetizan los expertos, “las secuelas podrían ser impulsadas, en parte, por un mecanismo inmunomediado posinfeccioso, como la encefalomielitis diseminada aguda, como se sugirió en un estudio prospectivo de 52 niños hospitalizados con covid″. Esto apoya, explican, sus observaciones “de un mayor riesgo de encefalitis solo en niños y una tasa más alta de epilepsia o convulsiones poscovid en niños”.
En toda la cohorte, la persistencia del riesgo de déficit cognitivo, demencia, trastorno psicótico, epilepsia y convulsiones a largo plazo, agregan los investigadores, “sugiere que cualquier mecanismo subyacente debe tener una actividad continua mucho después de la infección aguda”. Asimismo, sopesan que la desaparición a corto plazo del riesgo añadido de ansiedad en el caso de los niños, o que ni siquiera exista, puede deberse a que la covid “precipita trastornos del estado de ánimo y de ansiedad en personas con una predisposición subyacente, a través de una patogénesis relacionada con el estrés de corta duración a la que los niños son menos susceptibles”.
El peso de las variantes
Los investigadores también encontraron variaciones en los patrones de riesgo para estas enfermedades según la evolución de las principales variantes de la covid:
- justo después de la aparición de la variante delta, vieron más riesgo de accidente cerebrovascular isquémico, epilepsia o convulsiones, déficit cognitivo, insomnio y trastornos de ansiedad que antes de que apareciese, y todo ello agravado por una mayor tasa de mortalidad.
- Con ómicron, si bien hubo una tasa más baja de mortalidad antes de la aparición de esta variante, los riesgos de resultados neuropsiquiátricos se mantuvieron similares. “La observación de riesgos neurológicos y psiquiátricos comparables justo después (en comparación con justo antes) de la aparición de la variante ómicron sugiere una carga neuropsiquiátrica continua de covid, incluso con variantes que conducen a una enfermedad menos grave”, explican los investigadores.
Para Josep Maria Tormos, jefe de Investigación del Institut Guttman, un centro sanitario especilizado en neurorehabilitación, la investigación es “supernovedosa” y pone en evidencia lo que ya sospechaban: “un aumento de las enfermedades psiquiátricas y neurológicas” tras la covid, apunta el experto, que no ha participado en el estudio. “Hoy sabemos que algunas enfermedades degenerativas y los trastornos psicóticos se ven afectados por componentes inflamatorios. Estaríamos, pues, viendo el efecto secundario de haberse visto expuesto a un nivel inflamatorio sistémico y cómo eso influye en el desarrollo o desenmascaramiento de procesos que a lo mejor ya existían de forma larvada”.
Ana Rodríguez, neuróloga del Hospital del Mar de Barcelona, apela a la prudencia con los datos: “Una limitación es que se basan en historiales electrónicos de salud y la información puede ser más sesgada. Por ejemplo, con el deterioro cognitivo, los casos de demencia: la duda es si esa persona ya tenía un deterioro cognitivo incipiente de antes. Que una persona no esté diagnosticada no quiere decir que no esté enfermo”. La neuróloga apunta también que “no se puede decir que esté relacionado bien con la covid”: “Es una asociación, no una consecuencia. Los propios autores dicen que se deberían hacer más estudios”, agrega.
Los investigadores reconocen las limitaciones del estudio: la muestra puede infrarrepresentar casos asintomáticos, solo los que se infectaron al principio de la pandemia arrojaron datos de seguimiento de los dos años y no se genotiparon las variantes de forma individual, entre otras. No obstante, los resultados son “relevantes”, apuntan los autores, para preparar y anticipar políticas sanitarias: “El aumento persistente del riesgo de déficit cognitivo, demencia, trastornos psicóticos y epilepsia o convulsiones postcovid dos años después de la infección índice exige una mejor prestación de servicios para diagnosticar y manejar estas secuelas, e investigación para comprender los mecanismos”, rezan los investigadores en el artículo.
Tormos coincide, sobre todo, en la necesidad de tener un sistema sanitario con capacidad de responder a todas las aristas derivadas de una pandemia: “Lo que llama la atención es que si sometes a la población a una pandemia, hay un impacto agudo [la covid] y otro subagudo, a medio plazo, que tiene un efecto en sí: el desenmascaramiento de otras enfermedades. Hay que desarrollar estrategias de apoyo a la salud de la población para evitar este impacto secundario”.
La acumulación inusual de una proteína sería otra de las causas del Parkinson
Fuente: infobae.com
La identificaron científicos de Japón al examinar el cerebro de un paciente y consideran que el hallazgo puede ser útil para futuros tratamientos.
Más de 8,5 millones de personas tienen la enfermedad de Parkinson en el mundo. Una de las principales dificultades que se encuentran para desarrollar tratamientos efectivos para la enfermedad de Parkinson es que aún no sabe exactamente cómo o por qué se produce. En general, se cree que se generan depósitos de ciertas proteínas que contribuyen a la muerte de células en regiones cerebrales clave.
Sin embargo, un nuevo estudio que fue publicado en la revista Movement Disorders por investigadores de la Universidad de Osaka, en Japón, sugiere que hay otra forma en la que puede producirse la muerte celular relacionada con la enfermedad de Parkinson.
El reporte describió a un paciente que tenía lo que parecía ser una enfermedad de Parkinson estándar, sin antecedentes familiares ni mutaciones genéticas relacionadas con la enfermedad. El paciente tenía síntomas motores típicos del trastorno, como rigidez, lentitud de movimientos y problemas de equilibrio.
También presentaba una reducción de la dopamina -que ayuda a las células a comunicarse entre sí- en una región del cerebro conocida como el cuerpo estriado y respondía bien al tratamiento con un fármaco llamado levodopa, dos cosas que se observan habitualmente en las personas con enfermedad de Parkinson.
El paciente murió por una neumonía. Tras su fallecimiento, los investigadores pudieron examinar su cerebro con detenimiento. Aunque tenía muchos de los cambios comunes que se observan en Parkinson (como la pérdida de células cerebrales y el aumento de la inflamación en la sustancia negra, una región cerebral clave relacionada con el trastorno), faltaban algunos otros cambios típicos.
Los investigadores no pudieron encontrar cuerpos de Lewy con alfa-sinucleína en ninguna de las regiones que normalmente se ven afectadas en la enfermedad de Parkinson. Se creía que la acumulación de esos cuerpos de Lewy provoca la muerte celular en regiones cerebrales. Tras hacer el estudio sobre el paciente, ahora tienen otra perspectiva.
“Esto era inusual”, dijo la autora principal del estudio, Rika Yamashita. “Cuando miramos más allá, nos dimos cuenta de que el paciente tenía inclusiones que contenían otro tipo de proteína: la proteína llamada TDP-43″.
La acumulación de la proteína TDP-43 se produce en otras enfermedades neurodegenerativas como la esclerosis lateral amiotrófica y la degeneración lobar frontotemporal, pero no suele asociarse al Parkinson. Sin embargo, este nuevo informe sugiere que su acumulación puede causar la pérdida de células en la sustancia negra, así como los síntomas motores típicos de la enfermedad de Parkinson.
“Este informe tiene implicancias en la forma de pensar sobre el desarrollo del trastorno de Parkinson”, explicó Goichi Beck, autor principal del informe. “Gran parte de la investigación actual que busca tratamientos para la enfermedad está muy centrada en la alfa-sinucleína, pero puede no ser la única proteína que causa la enfermedad. Nuestros hallazgos indican que la acumulación de TDP-43 puede ser una causa de la enfermedad separada de la acumulación de alfa-sinucleína”, señaló.
Los estudios futuros deben tener en cuenta el TDP-43 al investigar los mecanismos que causan Parkinson en el cerebro. Los hallazgos de esta investigación sugieren una nueva vía para el desarrollo de la enfermedad y pueden conducir al descubrimiento de nuevos tratamientos que ralenticen o curen la enfermedad.
La enfermedad de Parkinson es conocida por sus síntomas como el temblor en las manos, los brazos, las piernas y la mandíbula o la cabeza; la rigidez de las extremidades y el tronco, y la lentitud en los movimientos. Ha sido el trastorno neurológico de más rápido crecimiento entre los años 1990 y 2016, y se ha duplicado la mortalidad desde el año 2000 hasta hoy, según informó un panel de reconocidos expertos que fueron convocados por la OMS para analizar cuáles eran las necesidades que afectan los pacientes, sus cuidadores y sus familias.
Los casos de personas con Parkinson aumentaron y la mortalidad también en los últimos años. Entre las razones que llevaron al aumento de casos, se incluye que más personas viven más años que antes, y así hay más más población en riesgo de desarrollar Parkinson.
Es posible que ahora se diagnostiquen más casos por mejoras en métodos de investigación y las tecnologías.
Y la contaminación del ambiente también está impactando en la salud humana. Por ejemplo, en China, tras su crecimiento industrial a gran escala, se duplicaron las tasas de prevalencia de casos de Parkinson ajustadas por edad desde 1990.
La exposición a plaguicidas u otras sustancias químicas tóxicas es también un factor de riesgo para Parkinson. También el riesgo “aumenta para las personas que viven en las inmediaciones de las tierras de cultivo y las comunidades rurales. De manera alarmante, los plaguicidas y herbicidas se utilizan cada vez más en los países de medianos y bajos ingresos”, según advirtió un panel de reconocidos expertos en Parkinson que fueron convocados por la Organización Mundial de la Salud. Publicaron un trabajo en la revista JAMA Neurology.
Hay muchos estudios en marcha sobre cuáles son los factores protectores contra la enfermedad de Parkinson. Pero se consideró que hay pruebas lo suficientemente sólidas como para promover la actividad física y, posiblemente, dosis moderadas de café para la prevención primaria y secundaria de la enfermedad de Parkinson.
Un nuevo estudio determina dos biomarcadores en sangre que captan mejor los primeros indicios del Alzheimer
Fuente: Fundación Pasqual Maragall
- La investigación, liderada por el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall, el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM-Hospital del Mar) y la Universidad de Gotemburgo, ha sido publicada en la prestigiosa revista Nature Medicine
- El estudio, en el que se han utilizado datos de casi 400 participantes del Estudio ALFA+, que cuenta con el impulso de la Fundación ”la Caixa”, determina que los biomarcadores p-tau231 y p-tau217 medidos en sangre son idóneos para indicar cambios cerebrales relacionados con la proteína amiloide en personas sin síntomas cognitivos.
- Los resultados convierten el p-tau231 en un biomarcador sanguíneo muy prometedor para detectar de manera precoz personas de mediana edad con un elevado riesgo de desarrollar Alzheimer y realizar ensayos clínicos dirigidos a esta fase inicial de la enfermedad.
Un equipo internacional liderado por el Dr. Marc Suárez-Calvet, investigador del centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall, Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), y del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM-Hospital del Mar), y neurólogo del Hospital del Mar, y el Profesor Kaj Blennow, de la Universidad de Gotemburgo, ha descubierto que los biomarcadores en plasma p-tau231 y p-tau217 son óptimos para mostrar los primeros indicios de acumulación de amiloide en el cerebro. Los dos primeros autores del artículo, la Dra. Marta Milà-Alomà y Dr. Nicholas J. Ashton, han demostrado que el biomarcador plasma p-tau231 es especialmente idóneo para captar cambios cerebrales incipientes relacionados con la proteína amiloide, antes de que la placa de esta proteína se manifieste.
Los resultados de este análisis, que cuenta con el impulso de la Fundación ”la Caixa” y el European Research Council (ERC), se han publicado en la prestigiosa revista científica Nature Medicine, e indican que p-tau231 es un biomarcador sanguíneo prometedor para detectar personas cognitivamente sanas con un riesgo elevado de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Esto hallazgo ayudará a impulsar ensayos clínicos sobre la fase preclínica de la enfermedad de Alzheimer.
Comparativa exhaustiva de la precisión de diagnóstico
El análisis de biomarcadores en sangre es un procedimiento económico y no invasivo con un gran potencial para ayudar al proceso diagnóstico de la patología de Alzheimer y, por ello, el objetivo del estudio ha sido realizar una comparación exhaustiva entre diferentes biomarcadores, ya que su elección podría diferir según el tipo del ensayo que se quiera realizar.
En colaboración con la Universidad de Gotemburgo, los investigadores han desarrollado el nuevo biomarcador en sangre p-tau231 y lo han comparado con otro cinco biomarcadores en sangre (p-tau181, p-tau217, Ab42/40, GFAP y NfL), previamente estudiados en la fase sintomática de la enfermedad de Alzheimer. Este es el primer estudio que investiga todos estos biomarcadores en la fase preclínica de la enfermedad de Alzheimer. Los resultados muestran que p-tau231 y p-tau217 son los mejores biomarcadores en sangre para detectar los primeros signos de acumulación de amiloide en el cerebro.
Además, los investigadores han demostrado que niveles más altos de p-tau231 en sangre predicen una mayor acumulación de amiloide y pérdida cognitiva en el seguimiento a los 3 años.
Según el equipo investigador, el uso de biomarcadores en sangre, además, podría facilitar los ensayos clínicos de prevención. “Los biomarcadores son una herramienta muy útil que podría acelerar el desarrollo de nuevos tratamientos dirigidos a la enfermedad de Alzheimer” comenta Marc Suárez-Calvet, responsable del Grupo de Biomarcadores en Fluidos y Neurología Traslacional del Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC) e investigador del IMIM-Hospital del Mar. “Gracias a ellos se podría reducir el tiempo de reclutamiento de participantes en ensayos clínicos sobre la etapa temprana de esta enfermedad, y aumentaría el nivel de participación de poblaciones más diversas”, añade.
Niveles anormales de la p-tau231
Para llevar a cabo esta comparación directa entre los principales biomarcadores en plasma, el equipo ha examinado su capacidad para detectar los primeros cambios cerebrales relacionados con el Alzheimer en los 397 integrantes de la cohorte Alfa+, parte del Estudio Alfa, que cuenta con el apoyo de la Fundación ”la Caixa”.
El equipo ha demostrado que todos los biomarcadores en plasma se ven alterados en la fase preclínica del Alzheimer, pero han constatado diferencias notables entre ellos. “En la cohorte ALFA+, todos los biomarcadores en plasma probados (p-tau181, p-tau217, p-tau231, GFAP, NfL y Ab42/40) se alteraron significativamente en el Alzheimer preclínico”, explica Marta Milà-Alomà, primera autora del estudio y también integrante del Grupo de Biomarcadores en Fluidos y Neurología Traslacional. “Sin embargo, la p-tau231 en plasma alcanzó niveles anormales con la menor carga de amiloide”, destaca.
Diferentes biomarcadores para cada ensayo clínico
El estudio indica que los biomarcadores en sangre p-tau231 y p-tau217 mostraron la asociación más fuerte con la retención de amiloide en regiones de acumulación temprana en el cerebro, y se asociaron con aumentos longitudinales en la captación de esta proteína en individuos sin patología amiloide manifiesta al comenzar del estudio.
Estos datos indican que la p-tau231 y p-tau217 en plasma captan mejor los primeros cambios cerebrales relacionados con la presencia de amiloide, antes incluso de que exista un claro depósito de la proteína amiloide en forma de placas.
Los resultados de esta investigación convierten a p-tau231 en un biomarcador sanguíneo muy prometedor para detectar de forma precoz aquellas personas de mediana edad que presentan los primeros cambios cerebrales asociados al Alzheimer y realizar ensayos clínicos dirigidos a esta fase temprana del Alzheimer.
Referencia bibliográfica
Milà-Alomà, Marta; Ashton, Nicholas J.; Shekari, Mahnaz, et al., ‘Plasma p-tau231 and p-tau217 as state markers of amyloid-β pathology in preclinical Alzheimer's disease’, Nature Medicine, August 11, 2022. DOI: 10.1038/s41591-022-01925-w
Abusamos de los antibióticos
Fuente: lavanguardia.com /Portalclinic
- El uso excesivo de estos medicamentos ha provocado la existencia de bacterias resistentes a ellos
- Solo 4 de cada 10 españoles saben que la afirmación “los antibióticos matan virus” es falsa.
Los antibióticos son uno de los medicamentos de uso más común. Es difícil encontrar a alguien que no los haya consumido a lo largo de su vida para combatir alguna infección. Sirven únicamente para luchar contra infecciones causadas por bacterias y no para curar enfermedades provocadas por virus, como la COVID-19 o la gripe. Su eficacia está probada, pero desde hace unos años, la comunidad científica ha identificado la resistencia a los antibióticos como un problema de salud a nivel mundial. Y surge una pregunta:
¿abusamos de los antibióticos?
Es cierto que el abuso de estas medicinas en los últimos años, tanto en personas como en animales domésticos, ha provocado un problema de resistencia porque las bacterias se adaptan y entonces los antibióticos pierden efectividad. En este contexto, varias instituciones de prestigio, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Agencia Española del Medicamento (AEMPS), han lanzado alertas para concienciar a médicos y pacientes de la necesidad de hacer un consumo moderado de estas sustancias. Años atrás, el proyecto europeo GRACE (Genómica para combatir la Resistencia a Antibióticos en Europa) fue creado con el objetivo principal de evaluar el uso de antibióticos en el tratamiento de infecciones respiratorias leves y disminuir su prescripción.
Creencia equivocada
La primera medida para tratar este problema es identificar las razones que lo causan. Un estudio de la Universidad de Rutgers, en los Estados Unidos, indica que el motivo principal del uso excesivo de los antibióticos es la creencia equivocada de que sirven para tratar muchas enfermedades. Otro motivo puede ser la costumbre de algunos médicos de recetarlos cuando los pacientes les piden recibir algún tipo de medicación. Esto es especialmente frecuente en países poco desarrollados, en los que la administración de antibióticos es libre y no precisa de una receta médica.
Una investigación enmarcada en el proyecto GRACE concluyó, ya hace más de una década, que el uso de antibióticos para tratar patologías leves era excesivo y ofrecía muchas variaciones entre los diferentes países analizados. El estudio se llevó a cabo con un total de 3.402 pacientes de 14 centros de atención primaria en 13 países europeos y el síntoma guía para la inclusión de los pacientes fue la tos, además de otros signos vinculados a infecciones respiratorias leves. Fue muy destacable que los dos centros catalanes que participaron en el estudio tuvieron los índices de prescripción de antibióticos más bajos: un 20,6% el CAPSE –la tasa más baja de todas- y un 34,2% el CAP de Mataró. La media del estudio fue del 53%.
Cuando tomamos antibióticos, estamos matando las bacterias patógenas, pero también nuestras propias bacterias beneficiosas
Generación de resistencias
Los objetivos principales del citado estudio se centraron en el análisis de la prescripción de antibióticos a los pacientes, observar su evolución e intentar determinar cuáles son los factores asociados a la prescripción.
Según los resultados, el índice del uso de antibióticos para tratar infecciones respiratorias en atención primaria era muy alto y el tipo de fármacos utilizados fue muy variado.
Mientras que los centros catalanes que formaron parte del trabajo ofrecieron unas tasas muy bajas de prescripción, otros presentaban índices más elevados y muy por encima de la media, como el de Eslovaquia, que presentaba una tasa del 87,6%. Cabe destacar que, entre los pacientes que fueron tratados con antibióticos y los que no, no se observaron diferencias en su evolución, lo que indica que el tratamiento no era necesario. Así, el principal problema que se deriva de esta hiperprescripción es la generación de resistencias.
Factores relacionados con la prescripción de antibióticos
El primero es la duración de la enfermedad antes de acudir a la consulta y el segundo, el hábito tabáquico en el paciente. Se trata de dos factores que, aunque son objetivos en su medición, también son subjetivos del médico, lo que indica que hay una falta de protocolos claros y consensuados para la administración de antibióticos. Esta necesidad también se hace patente respecto a la gran variedad de antibióticos recetados: mientras que en España los más utilizados son la amoxicilina y el ácido clavulánico, en otros países europeos se recetan macrólidos o quinolonas.
Lo que parece claro es que este abuso tiene consecuencias. Además de causar la aparición de bacterias resistentes, el uso indiscriminado de los antibióticos puede alterar el microbioma del intestino humano.
En niños, estas alteraciones se han relacionado con el desarrollo de alergias y desórdenes metabólicos y cognitivos.
En adultos, existen también pistas que señalan que el uso excesivo de estos medicamentos incrementa el riesgo de desarrollar desórdenes metabólicos como la diabetes y proliferaciones celulares en el intestino que pueden dar lugar a cáncer.
Dada esta situación, es clave informar a la población. Es necesario que los ciudadanos conozcan cuáles son las verdaderas aplicaciones y limitaciones de los antibióticos y los riesgos asociados a su abuso.
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