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agosto 2018
Más envejecidos que nunca: en casi toda España hay más jubilados que menores de 16 años
Fuente: www.idealista.com
El envejecimiento de los españoles se acelera a pasos agigantados. El último dato que lo demuestra es el que ha publicado la Fundación Adecco: un índice que mide la cantidad de mayores de 64 años que hay por cada 100 menores de 16 años... y cuyo resultado es demoledor.
En España, de media, ya hay 120 jubilados por cada 100 jóvenes, la proporción más alta de la historia y que triplica a la registrada en 1980. Respecto al año pasado, el índice ha subido dos puntos.
El envejecimiento de la población empezó a cobrar fuerza a principios de este siglo, aunque con el estallido de la crisis la tendencia se acentuó. “En los últimos años está aumentando a un ritmo de 2 puntos porcentuales por cada ejercicio, lo que permite inferir un horizonte social y laboral cada vez más envejecido”, recalca la Fundación.
Entre los factores que explican el escenario actual está la creciente esperanza de vida, sumada a una baja tasa de natalidad. Lejos de dar síntomas de cambio, todo apunta a que la pirámide población seguirá invertida y que España se convertirá próximamente en uno de los países del mundo con mayor número de mayores. Según diferentes estudios, los jubilados representarán un 30% de la población en 2030, mientras que en 2050 supondrán el 35%, frente al 18% actual. Solo Japón tendrá a mediados de siglo más mayores que España.
Los datos actuales ponen sobre la mesa que hasta en 14 comunidades autónomas el número de mayores de 64 años supera al de menores de 16. Las únicas que se libran de esta lacra son Andalucía, Baleares y Murcia, así como las ciudades de Ceuta y Melilla. Ellas son, precisamente, las que tienen menos jubilados por cada 100 jóvenes.
Al otro lado de la tabla está Asturias, donde hay 214 mayores de 64 años por cada 100 menores de 16; le siguen de cerca Galicia y Castilla y León, con más de 190 ‘seniors’; Cantabria, País Vasco y Aragón, con más de 140. Por encima de la media también están Extremadura, La Rioja y Comunidad Valenciana. Por debajo del promedio nacional, aunque por encima de 100 están Navarra (118), Castilla-La Mancha (115,7), Cataluña (113.6), Canarias (109,9) y Madrid (105,9).
Las implicaciones... y posibles soluciones
La Fundación Adecco se suma a otros expertos que ven en la tendencia actual un grave problema poblacional con implicaciones económicas y sociales.
"Cuando empiecen a jubilarse en masa los 'babyboomers' (nacidos entre 1958 y 1977), unas cohortes sensiblemente más reducidas deberán soportar el coste de la atención de las pensiones y sus cuidados sociosanitarios", explican desde la organización, que añade que “la relación cotizante-pensionista es actualmente de 2,2, considerándose una ecuación sostenible a partir de 2,5 contribuyentes por cada jubilado. Si continúa esta tendencia, para 2052 se estima que, por cada persona inactiva, habrá poco más de una persona trabajando, lo que sin duda pone en peligro la sostenibilidad de nuestro sistema y del Estado del Bienestar, además de ser un contrasentido demográfico".
En este escenario, insiste la Fundación, “urge tomar medidas que frenen los efectos de este envejecimiento imparable. Por ejemplo, alcanzar acuerdos de Estado y dedicar un mayor porcentaje del PIB a la familia, impulsar políticas activas contra la discriminación por la razón de edad, sensibilizar al tejido empresarial para que apueste por la fuerza laboral 'senior', y empoderar a los demandantes de empleo de más edad para que adquieran herramientas clave que les permitan competir en el mercado del siglo XXI”.
Alzheimer: cuando no hay atardeceres apacibles
Fuente: www.granma.cu
Autora: Lisandra Fariñas Acosta
Transmita seguridad y confianza a la persona con Alzheimer, asegúrele que todo está bien, y trate de desviar su atención de situaciones estresantes o eventos no agradables.
Una alta dosis de paciencia, amor y comprensión, es esencial para mantener la calma en las personas aquejadas de demencia.
El atardecer, ese momento en que la vorágine del día parece terminar para dar paso a la noche, es, para muchos, sinónimo de tranquilidad. Sin embargo –puntualiza a Granma, el Doctor en Ciencias Juan de J. Llibre Rodríguez, profesor e investigador titular del Grupo de Estudios del Alzheimer–, no siempre se vive de modo apacible.
Para el especialista, hay que partir de entender que las demencias y su causa más frecuente, la enfermedad de Alzheimer (un trastorno degenerativo del cerebro, que se desarrolla en un periodo de años), producen en las personas que las padecen diversos tipos de síntomas: de la esfera cognitiva, psicológicos y del comportamiento, así como síntomas funcionales o de afectación de las actividades de la vida diaria.
«Casi todas las personas con demencia presentarán uno o más síntomas del comportamiento y psicológicos en el transcurso de su enfermedad, entre estos: agitación, depresión, apatía, preguntas repetitivas, sicosis, agresividad, problemas del sueño, deambulación y comportamientos socialmente inapropiados. Estos producen elevado estrés en los familiares, incrementan los costos de la atención. Son, además, causas de mayor morbilidad, mortalidad, estancia hospitalaria e internación precoz en hogares de ancianos», sostuvo el entrevistado.
Justamente, un aspecto que produce preocupación y altera la dinámica familiar es el empeoramiento de la conducta de los enfermos durante la tarde o al anochecer, conocido también con los nombres de Síndrome vespertino, del ocaso o de la caída del sol, o comúnmente por su nombre anglosajón, de sundowning, el cual consiste en desorientación, reacciones catastróficas y comportamiento agresivo, que se presenta o exacerba en estas horas del día.
«La explicación es que con la falta de luz disminuye la capacidad de interpretar los estímulos (objetos o personas), los cuales no se pueden identificar fácilmente», refirió el doctor Llibre Rodríguez.
De acuerdo con el experto, el empeoramiento conductual puede continuar más avanzada la noche, haciendo más difícil para la persona con Alzheimer alcanzar el sueño o permanecer en la cama. Como resultado, los cuidadores sufren mayores niveles de estrés, no descansan y no pueden desempeñar adecuadamente su rol durante el día.
¿Cuáles son las causas del Síndrome del Ocaso?
Las causas del síndrome vespertino no son bien conocidas. Una posibilidad es que los cambios que ocurren en el cerebro de personas con Alzheimer puedan afectar el reloj biológico de la misma, conduciendo a una alteración del ciclo vigilia-sueño, apuntó el entrevistado.
Ello, dijo, explicaría la agitación y otros trastornos de la conducta al anochecer.
Las posibles causas incluyen, además, el estrés ambiental, pues aunque el paciente con frecuencia no se percata de sus fallos, es sensible al cambio de ambiente. «El paciente no procesa en forma adecuada los estímulos, ni las demandas, ni ruidos del ambiente inmediato. Se siente mejor en un medio tranquilo, con pocas personas interactuando a su alrededor; necesita mantener una rutina simple y regular. Cualquier cambio o exigencia desencadena confusión y frustración, con aumento de la agitación. El enfermo tiene dificultad para comprender las situaciones y reconocer a las personas, esto puede volverlo más sensible, lo que junto a la pérdida del control de los impulsos, lo torna más agresivo», explicó.
Otras condiciones que pueden influir son las necesidades no satisfechas, como hambre o sed, depresión, dolor, monotonía, o permanecer acostado por largos periodos de tiempo, e insomnio, el cual puede acompañarse de irritabilidad diurna con agitación.
¿Cómo tratarlo?
Es muy importante buscar signos de sundowning al atardecer o durante el anochecer, refirió el entrevistado.
«Estos signos pueden incluir ansiedad, mayor confusión y comportamientos como caminar de un lado a otro de la casa, vagabundeo o gritar. Trate, primeramente, de identificar la causa», insistió Llibre Rodríguez.
«Si la persona esta agitada, intente escucharla de forma calmada, pues ello puede ser la expresión de temores, preocupaciones o frustraciones. Transmita seguridad y confianza a la persona con Alzheimer, asegúrele que todo está bien, y trate de desviar su atención de situaciones estresantes o eventos no agradables», precisó.
Usted puede además utilizar los siguientes recursos:
- Reducir ruidos innecesarios o el número de personas en la habitación.
- Intente distraer a la persona con un aperitivo, objeto, o su actividad favorita. Por ejemplo, ofrézcale una bebida, sugiérale una tarea como doblar o acomodar las toallas, invítelo a ver un programa de televisión (pero no noticias u otros programas que puedan entristecer o producir mayor ansiedad).
- Convierta la caída del atardecer en un momento de tranquilidad (este con frecuencia es el momento de mayor actividad en los hogares). Pueden ayudar a ese propósito la música suave, lecturas o salir a caminar. Usted puede pedir a un miembro de la familia o amigo cercano que intente hablar por teléfono con la persona en ese horario.
- Cierre las cortinas o ventanas para minimizar las sombras y la confusión que ellas producen. Encienda las luces para mantener iluminada la habitación.
¿Cómo prevenirlo?
Si la persona con Alzheimer duerme o descansa en exceso, puede incrementar la inquietud al caer la tarde o al anochecer. Para evitar esta situación, ayude al enfermo con las siguientes actividades:
- Paseos fuera del hogar o al menos permanecer cerca de una luz o de una ventana.
- Realice actividad física o ejercicios de forma diaria.
- Permita breves descansos durante el día, pero no avanzada la tarde.
- Trate de que la persona duerma la noche.
Evitar situaciones que pueden empeorar el sundowning:
- No ingerir bebidas estimulantes como el café, cola u otras bebidas con cafeína tarde en el día.
- No ingerir bebidas alcohólicas, estas pueden empeorar la confusión o ansiedad.
- No le planifique demasiadas actividades durante el día. Un programa muy intenso puede resultar agotador.
«Si a pesar de estas recomendaciones, el síndrome vespertino continúa siendo un problema, puede requerir ayuda médica. La misma puede identificar la causa, por ejemplo, dolor, trastorno del sueño, u otra enfermedad, o efecto colateral de la medicación», comentó el doctor.
En ese sentido, mencionó que algunos medicamentos, entre estos el uso inadecuado de hipnóticos y ansiolíticos, agravan este problema, y pueden incrementar la posibilidad de vértigos, caídas y confusión, por lo que se recomiendan solo por breves periodos de tiempo.
Pero, sin duda, una alta dosis de paciencia, amor y comprensión, es esencial para mantener la calma, y que tanto cuidadores, como su ser querido, sobrelleven estos momentos, que pueden ser muy estresantes para ambos.
Cuando el el Síndrome del Cuidador desemboca en tragedia
Fuente: www.diariosur.es
Autor: Doménico Chiappe
¿Por qué un anciano mata a su pareja y se suicida? Más que machismo, los expertos creen que influye el 'estrés del cuidador'
Empezaba el día y Luis Llaneza, de 88 años, escribió una nota, buscó un cuchillo, caminó a su habitación, donde Isabel Fuente, su esposa cuatro años menor dormía en la cama matrimonial. La degolló. Después saltó por ventana de su vivienda en La Felguera (Asturias) y se lanzó al vacío. Ella tenía síntomas de alzhéimer, él gozaba de buena salud.
Sucedió a principios de julio, pero crímenes similares se repiten varias veces al año. Un 13% de las víctimas mortales por violencia de género eran mayores de 65 años, de las que 5% tenía alguna discapacidad, mientras que los agresores mayores de esa edad son los que presentan los porcentajes más altos tanto en suicidio consumado (31,7 %) como en tentativa de suicidio (17,5%), según el más reciente Informe del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer, elaborado por el Ministerio de Sanidad en 2015.
Unas semanas antes, otro matrimonio octogenario había abandonado voluntariamente el geriátrico y regresado a la casa donde construyeron buena parte de su matrimonio. Él fabricó un arma. Le disparó a ella, y después a sí mismo. En una nota hallada cerca de los cuerpos, los ancianos refrendaban un pacto suicida, según fuentes de la investigación. En casos como estos, la violencia de género se interna en una región fronteriza.
«No responden al patrón de violencia machista, al existir una relación hasta entonces modélica, afectada por una enfermedad neurodegenerativa», mantiene Montserrat Lacalle Sisteré, experta en gerontología y gestión de residencias para personas mayores y consultora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). «Es mucho más complejo. Sólo porque un hombre sea el agresor y una mujer la víctima no se pueden excluir todas las demás variables, como la historia previa, la psicología de la víctima y el perfil del agresor».
El aislamiento del entorno o síntomas de agotamiento y ansiedad deben servir de alerta
Este mismo año, otras dos tragedias aceleraron el ocaso de la mutua convivencia. Un lunes de madrugada invernal, Haroldo G., de 91 años, preparó un veneno en la residencia municipal de mayores de Mazarambroz (Toledo) donde residía con su pareja. Se lo dio a ingerir a Celia R., un año más joven y con alzhéimer. Después lo bebió él mismo, pero sobrevivió, debido a la intervención del personal del asilo.
El móvil de estos asesinatos se suele atribuir a la intención de 'evitar el sufrimiento' o 'dejar de ser una carga'. Al considerarse un acto último y unilateral de amor, se les llega a catalogar como 'crímenes por compasión'. Sin embargo, «es importante tener en cuenta cada caso particular y no generalizar», advierte María José Acebes, experta en neurogeriatría y profesora en el máster de Neuropsicología de la UOC. «Las circunstancias vitales en esta etapa de la vida han cambiado. En algunos casos las víctimas son mujeres que han venido sufriendo este tipo de malos tratos a lo largo de un período prolongado de tiempo, y no exclusivamente durante la tercera edad. En otros, la aparición 'repentina' de un maltrato inexistente hasta el momento será una señal de alerta para tener en cuenta otro tipo de variables, como la presencia de algún tipo de enfermedad, falta de autonomía o independencia en su vida cotidiana, factores económicos, aislamiento social o mayor vulnerabilidad», explica.
Se trata, explica Lacalle Sisteré, de otro tipo de problema, con otro abordaje social. «Emerge la realidad de las personas de edad avanzada, una de ellas enferma y otra que sufre el estrés de cuidarla (más frecuente en el hombre por patrones culturales), al asumir una carga desproporcionada que puede desencadenar ansiedad y otros trastornos psicológicos y físicos. Hay que analizar cómo se llega a la situación en que uno de ellos decide que la única salida es acabar con sus vidas». El aislamiento del entorno o síntomas de agotamiento y ansiedad deben servir de alerta.
Diferentes armas
Las formas de matar difieren en los entornos rurales y urbanos. En los primeros, existen armas de caza, suelen ser muertes más violentas. En su hogar de Chamberí (Madrid) un hombre de 78 asfixió a su esposa de 77 y enferma de alzhéimer. Después se ahorcó al lado del cadáver, a las siete de la mañana de un día de invierno de 2017. Antes escribió una carta a sus hijos: no aguantaba más y pedía perdón. «A nivel cognitivo, se observa una mayor rigidez que provoca mayores dificultades de adaptación a situaciones novedosas, así como a nuevas alternativas o puntos de vista», asegura Acebes. «La vejez es una época de la vida en la que ciertos acontecimientos merman la percepción de bienestar e influyen en su salud y en su capacidad de afrontamiento».
El año pasado se sentenció uno de los pocos sucesos que viraron las tornas. Ella, de 85, fue condenada a 20 años por asesinar a su marido con 40 golpes de muleta, cuando él dormía en el sofá. Sucedió en 2015, en Rincón de la Victoria (Málaga). Él, de 82, padecía cáncer de pulmón con metástasis hepática. Aquel juzgado consideró que existía «circunstancia agravante mixta de parentesco», aunque el Tribunal Superior de Justicia rebajó la pena a seis años. Ella, después de golpearlo, ocultó y limpió la muleta y pidió ayuda en la calle. No reconoció el crimen ni intentó suicidarse. Siempre aseguró que un extraño había entrado en su casa.
El sueño de jubilarse entre amigos o completar la pensión con nuestra vivienda
Fuente: www.cuatro.com.
Autor: Enrique Pérez Mateo. Reuters.
El futuro de una sociedad que envejece a marchas forzadas es cada vez más complicado: jubilados que viven más años, pensiones escasas, falta de residencias geriátricas o servicios de dependencia que tardan en llegar. Las familias ya no son un instrumento para garantizar una atención suficiente para las personas mayores. Por ello han surgido nuevas fórmulas para jubilarnos entre amigos o que nos permiten vender nuestra casa y quedarnos en ella a cambio de una renta que mejore nuestra pensión. Todo ello con el objetivo de un último tramo vital en las mejores condiciones posibles.
En España, casi el 19 por ciento de la población es mayor de 65 años y sigue creciendo año tras año. Tanto es así, que el grupo que más se dispara es el de los octogenarios, según datos de 2017 del Instituto Nacional de Estadística (INE).
La pensión media crece año tras año, ahora está situada en 1.080,5 euros al mes, un 28 por ciento más de lo que cobraba la generación anterior. Un incremento que los cambios normativos sobre pensiones tratan de parar e incluso, revertir.
Para completar este perfil de la sociedad española, casi el 80 por ciento de los españoles son propietarios de una vivienda, un tercio de ellas pagada a través de una hipoteca.
Por ello, empresas de servicios, financieras o aseguradoras ha lanzado al mercado fórmulas que ayuden a los jubilados a sacar más partido a su patrimonio inmobiliario y, al mismo tiempo, asegurarles un retiro en condiciones favorables.
La imaginación de estas fórmulas es amplia, desde ceder nuestra vivienda a empresas que la alquilan y usan esos ingresos para pagar los fondos que nos han cedido para costear las mensualidades de casi 2.000 euros de las residencias privadas a promociones inmobiliarias pensadas para dar servicio a grupos de conocidos que planean a futuro convivir cuando se retiren con servicios comunes parecidos a los de estas residencias.
En los últimos años, casi 200.000 personas mayores de 65 años se han beneficiado de una nueva política fiscal que permite convertir propiedades o acciones en rentas vitalicias siempre y cuando la reinversión no supere los 240.000 euros y se haga en un plazo no superior a los seis meses.
Vender la casa y seguir viviendo en ella
Una de está fórmulas permite al propietario vender la propiedad del bien pero seguir disfrutando de él. Se trata pues de traspasar de forma legal y ante notario la nuda propiedad, manteniendo el derecho de usufructo.
Esta operación permite inversiones de alta rentabilidad a medio plazo mientras que quien vende consigue los fondos suficientes para pagar una residencia privada o los servicios geriátricos especializados.
Los perfiles más comunes entre los que optan por lesta fórmula son aquellos que no tienen herederos, gente mayor que quiere aumentar sus ingresos para vivir más cómodamente y poder disfrutar de su tiempo libre, y los que quieren asegurar el bienestar de sus hijos.
Que la casa ‘trabaje’ para pagar la residencia
Si no queremos deshacernos de la propiedad de nuestra vivienda de toda la vida, hay empresas que ofrecen la posibilidad de ponerla a ‘trabajar’ para que pague las mensualidades de la residencia.
Mediante acuerdos a diez años prorrogables o vitalicios y garantizados legalmente estas empresas facilitan recursos financieros a personas mayores en situación de dependencia mediante disposiciones periódicas, para destinarlos a sus gastos asistenciales (para pagar los cuidados a domicilio o pagar una plaza en una residencia de ancianos).
Empresas como Pensium gestionan el alquiler de la propiedad de la persona mayor para que la vivienda trabaje para cubrir estos gastos, y le abona periódicamente el importe que le facilita pagar la residencia o gastos asistenciales, aunque el alquiler sea inferior.
Apuesta por la vivienda colaborativa, covivienda o ‘cohousing’
Siguiendo el ejemplo de los países nórdicos donde esta fórmula tiene gran aceptación, el Congreso de los Diputados dio luz verde el pasado año a iniciativas que reclamaban al Gobierno políticas para impulsar la 'vivienda colaborativa' o 'cohousing' entre las personas mayores.
Según la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP), 6 de cada 10 personas mayores de 65 años conocen este modelo residencial de retiro jubilar y un 40 por ciento se plantearía ir a vivir a uno de estos lugares.
De esta forma, personas afines que han compartido amistad o aficiones a lo largo de toda su etapa productiva buscan un retiro que no les aleje de su estilo de vida ni les encierre en sus casas alejados de sus amigos.
Se trata de promociones inmobiliarias autogestionadas con apartamentos individuales pero con el resto de servicios comunes. Se disfruta de un espacio personal al tiempo que se comparten las necesidades médicas, sanitarias o de ocio.
En España, esta modalidad está empezando a arrancar con promociones en municipios de las provincias de Madrid, Málaga, Valladolid, Cuenca o Cáceres.
El estrés y la neurosis: factores influyentes en el desarrollo del alzhéimer
Fuente: www.abc.es
Una persona con neurosis tiene entre un 30-40% más de probabilidad de desarrollar alzhéimer.
El estrés y los trastornos neuróticos son factores influyentes en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, ha afirmado, en una entrevista con Efe, el director del Centro de Investigación de Neuropsicobiología de la Cognición, César Venero.
Además, el estrés es también un «factor importante» en el desarrollo de esta enfermedad según apuntan distintos estudios.
Venero, que estos días participa en Mérida en un curso sobre prevención de la enfermedad de Alzheimer organizado por la UNED, ha explicado que el estrés favorece la neuropatología asociada a esta dolencia, es decir «la producción de la proteína beta-amiloide y los ovillos neurofibrilares».
Asimismo, el estrés puede favorecer la aparición de otras enfermedades, demencias o consecuencias, como los accidentes cerebrovasculares, ya que aumenta la presión arterial, un «factor de riesgo» para este tipo de patologías.
Venero ha explicado que la activación neurológica que produce el estrés era buena «para preparar al individuo para la lucha o la huida», pero esto «ya no tiene sentido», pues «los estresores principales del ser humano en la actualidad son factores sociales».
Así, ha apuntado que el mayor de todos estos estresores es la pérdida de la pareja o de un ser muy querido. En segundo lugar podría estar un divorcio, una enfermedad o la pérdida de un trabajo.
No afecta igual a todos
Sin embargo, ha subrayado que no todo el mundo es igual de vulnerable a estas situaciones, puesto que hay gente más resiliente al estrés y, por tanto, «tienen una menor probabilidad de desarrollar distintas enfermedades».
También es muy significativa la manera de afrontar ese estrés, porque una persona, «ante una situación estresante, puede tomar distintas actitudes».
Es más, el uso de las redes sociales y la necesidad de estar continuamente en contacto a través de aparatos tecnológicos también pueden ser una fuente de estrés que puede terminar desembocando «en adicciones y transtornos».
En su opinión, «todo el mundo, inevitablemente, va a sufrir una situación de estrés a lo largo de su vida, porque es imposible de evitar». La clave para afrontarlo no está en negar su impacto, sino en entender la naturaleza del mismo, aprender de la experiencia y salir de ella reforzado.
Aprender a controlarlo
Para ello, es necesario aprender estrategias para afrontar el estrés y que este tenga un impacto negativo menor; potenciar las partes de la personalidad que permiten manejarlo mejor y aprender a relajarse cuando es necesario.
En este sentido, ha aseverado que las denominadas «terapias integradas», en las que intervienen fármacos y psicología, son «las más efectivas».
A este respecto, ha remarcado que no se deben tomar fármacos «motu proprio», pues pueden ser muy peligrosos. Un profesional de la medicina es el único que sabe «cuál es la dosis que debe tomar la persona para marcar los tiempos y eliminar el tratamiento de manera progresiva».
«El fármaco no soluciona el problema, sino que ayuda a manejar la respuesta fisiológica», ha agregado. Se trata, explica Lacalle Sisteré, de otro tipo de problema, con otro abordaje social. «Emerge la realidad de las personas de edad avanzada, una de ellas enferma y otra que sufre el estrés de cuidarla (más frecuente en el hombre por patrones culturales), al asumir una carga desproporcionada que puede desencadenar ansiedad y otros trastornos psicológicos y físicos. Hay que analizar cómo se llega a la situación en que uno de ellos decide que la única salida es acabar con sus vidas». El aislamiento del entorno o síntomas de agotamiento y ansiedad deben servir de alerta.
«A las personas mayores se les olvida beber, la sensación de sed se disminuye»
Fuente: www.elnortedecastilla.es
Autora: Eva Cañas
Desde el servicio de Geriatría del Complejo Asistencial de Salamanca, su responsable, la doctora Carmen Pablos Hernández, detalla los riesgos del calor para las personas mayores, y como les influye, por ejemplo, el hecho de tomar medicamentos. Se dan situaciones de pacientes que tienen que acudir a Urgencias por deshidratación, y de ellos, la mitad se quedan ingresados.
–Estamos en plena ola de calor y siempre se menciona a las personas mayores como población más sensible, ¿a qué se debe?
–Siempre con la llegada del verano o de olas de calor como la actual se difunden múltiples avisos y consejos para protegerse de las altas temperaturas y se hace un especial énfasis en el cuidado de las personas más vulnerables como son los niños y personas mayores. Estos últimos corren mayor riesgo de sufrir un golpe de calor con las subidas tan bruscas de temperatura, porque con la edad acontecen dos cambios fundamentales que van a contribuir a aumentar este riesgo. Por una lado, se reduce la sensación de calor y al no notar tanto las altas temperaturas, se protegen menos, y por otro, disminuye la percepción de sed, aumentando el riesgo de deshidratarse.
Estas situaciones se agravan en aquellas personas mayores que tienen enfermedades que limitan el nivel de conciencia y razonamiento para poder poner en marcha las medidas preventivas recomendadas y adelantarse a posibles riesgos, así como aquellos que presentan un limitación en la movilidad.
–¿Qué descompensaciones se suelen producir en su estado de salud?
–Los golpes de calor ocurren cuando la temperatura de nuestro cuerpo rebasa los 41 grados y se produce una hipertermia. Esto se debe a que el cuerpo pierde la capacidad de controlar su temperatura superando los mecanismos de regulación térmica de los que dispone, fallando la capacidad de sudoración y enfriamiento, con repercusiones tan graves que podría llevar a un fracaso orgánico irreversible si no es tratado de inmediato. Si la temperatura exterior es muy alta y esas pérdidas de líquidos no se reemplazan de forma adecuada, entramos en una situación de deshidratación, con descenso brusco de tensión arterial y aparición de debilidad, taquicardia, confusión, calambres musculares… Si esta situación no se corrige a tiempo y progresa se pierde la capacidad de sudoración aumentando la temperatura corporal progresivamente hasta cifras que superan los 40 grados, entrando en hipertermia y, si este proceso continúa, se llega a una situación de shock en la que sucede un fallo de los distintos órganos, convulsiones y coma.
–¿Los medicamentos incrementan el riesgo de los golpes de calor?
–Hay una serie de medicamentos que aumentan el riesgo de padecer estos golpes de calor: Los que estrechan los vasos sanguíneos: los vasoconstrictores, los que regulan la presión arterial al bloquear la adrenalina: betabloqueantes, los que hacen que el cuerpo expulse sodio y agua: diuréticos o los que reducen los síntomas psiquiátricos: antidepresivos o antipsicóticos.
–¿Cómo se puede detectar que una persona mayor está sufriendo un golpe de calor?
–En el caso de la población anciana puede existir una dificultad a la hora de reconocer los síntomas de este mal. La sensación de debilidad, de agotamiento, confusión, la falta de sudoración que acompañan el proceso de deshidratación, a menudo se confunden con 'indisposiciones de la edad' o con síntomas de otras enfermedades crónicas que pueden cursar con fiebre, confusión, taquicardias, astenia y debilitamiento.
Además, tenemos el handicap de que los golpes de calor en población anciana no suelen venir precedidos de realización de ejercicio físico intenso como sucede en edades más tempranas, por lo que debemos pensar siempre en esta grave enfermedad relacionada con el calor cuando aparezcan síntomas compatibles y coincidan con períodos de alta temperatura, independientemente de que la sintomatología se pueda explicar por otros procesos.
–¿Cuáles son los síntomas más habituales?
–La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) recuerda que en esta época de altas temperaturas es fundamental tener nociones básicas para reconocer los síntomas asociados a un golpe de calor: dolor de cabeza, sensación de boca seca y pastosa, náuseas, vómitos, mareos, escalofríos, piel seca y enrojecida, calambres musculares en brazos, piernas o vientre, desorientación, pérdida de conciencia o confusión y no sudoración ante las altas temperaturas.
–¿Qué hábitos deberían seguir en los días de más calor durante el verano?
–Para evitar todos estos problemas a las personas mayores es esencial la prevención de la hipertermia. Para este fin, la SEGG recomienda tomar muchos líquidos. La falta de sed es engañosa, por lo que se debe consumir agua, infusiones, zumos de frutas… aunque no se tenga la sensación de sed; y evitar el consumo de bebidas alcohólicas. Realizar comidas ligeras, evitando así las digestiones pesadas. Evitar la exposición al sol cuando las temperaturas son elevadas, sobre todo en las horas de mayor intensidad (12:00-16:00 horas) y con una humedad relativa alta (mayor del 60%) o no permanecer en vehículos estacionados o cerrados.
–A los mayores les cuesta beber agua, ¿alguna alternativa que les resulte más atractiva?
–A los ancianos se les olvida beber. Pero no sólo se puede tratar de un problema de memoria, sino de una alteración asociada al envejecimiento. En los mayores, la sensación de sed está disminuida y el umbral para percibirla elevado, esto hace que precisen estímulos más intensos para detectarla. Para que nuestros mayores beban con gusto, existen una serie de recursos y recomendaciones dietéticas para estimular la ingesta de agua, como por ejemplo, añadir zumo de limón al agua porque el sabor gusta y resulta refrescante; ofrecer gelatinas caseras de distintos sabores o proporcionarles frutas con gran contenido en agua como son la sandía o el melón.
–¿Acuden mucho a Urgencias por esta sintomatología? ¿Se producen ingresos?
–Coincidiendo con las olas de calor existe siempre un aumento de las atenciones en Urgencias e ingresos hospitalarios. La mitad de los ancianos que acuden deshidratados se quedan ingresados. Si no beben agua y toman muchos medicamentos empiezan a tener síntomas en el riñón y hay que ingresarlos para estabilizarlos. No obstante, cada vez existe más conciencia y tenemos mayor información a nuestro alcance para evitar en la medida de lo posible esta grave enfermedad llevando a cabo las medidas de prevención anteriormente mencionadas. Además, desde hace años y tras un análisis de las consecuencias que nuestro país sufría con las olas de calor, desde el Ministerio de Sanidad se implementó un 'Plan de Acciones Preventivas y Protocolo de Atención ante una Ola de Calor', que ha conseguido disminuir las visitas a Urgencias e ingresos hospitalarios.
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