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abril 2017
Primer estudio para la detección precoz del Alzheimer en personas con síndrome de Down
Fuente: geriatricarea.com
La Obra Social ”la Caixa” y el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, han puesto en marcha el primer estudio para la detección precoz del Alzheimer en personas con síndrome de Down.
Bajo la denominación de Down Alzheimer Barcelona Neuroimaging Initiative (DABNI), este proyecto de investigación tiene como principal objetivo hallar los biomarcadores que indican el deterioro cognitivo que pueden sufrir las personas con síndrome de Down y poder así acceder a la detección precoz de la enfermedad de Alzheimer.
Además, esta iniciativa permitirá unir las sinergias para la investigación de excelencia derivadas de la conjunción de una de las mayores fundaciones del mundo relacionada con el síndrome de Down, la Fundación Catalana Síndrome de Down (FCSD), con la Unidad de Memoria del Servicio de Neurología de Sant Pau, centro de referencia internacional en la asistencia y la investigación del Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.
“Este estudio pionero a cargo de los mejores expertos contribuirá a mejorar notablemente la salud de las personas con síndrome de Down, quienes, por su trisomía (alteración genética), presentan un elevado riesgo de poder desarrollar la enfermedad de Alzheimer. No solo por ellos, sino también por sus familias, debemos unir todos los esfuerzos necesarios para lograr una mejor calidad de vida para esta parte de la sociedad, sensiblemente en riesgo de exclusión”, comenta Jaume Giró, director general de la Fundación Bancaria ”la Caixa”.
En este sentido, tal y como afirma el doctor Rafael Blesa, director del Servicio de Neurología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, “el proyecto de investigación DABNI se inició para hallar signos biológicos del Alzheimer en personas con Down, como marcadores diagnósticos de la enfermedad en etapas asintomáticas, y para poder desarrollar estrategias terapéuticas para prevenir, detener o curar la enfermedad”.
Para este experto, “ahora, gracias a la filantropía de la Fundación Bancaria ”la Caixa”, tenemos la oportunidad única de estudiar a la mayor cohorte de personas con Down del mundo, constituirnos en el centro de referencia internacional en la investigación del alzhéimer en el Down, avanzar en el conocimiento del modo en que enferma el cerebro, realizar el diagnóstico antes de la aparición de la demencia, y poder desarrollar tratamientos preventivos para las personas con riesgo de sufrir alzhéimer, especialmente para las que son portadoras de una predisposición genética, como el síndrome de Down”.
El 80% de personas mayores de 60 con síndrome de Down, desarrollan EA
Y es que el significativo aumento de la esperanza de vida de las personas con síndrome de Down, que en la actualidad supera la media de los 60 años, se ha traducido en la aparición de neuropatologías. De hecho, el 80% de las personas con síndrome de Down mayores de 60 años desarrollan la enfermedad de Alzheimer. Esto es debido principalmente a que el cromosoma 21, que tienen triplicado, contiene precisamente el precursor de la proteína ß-amiloide, presente en la enfermedad de Alzheimer.
En el estudio DABNI participarán 1.000 personas adultas con síndrome de Down, la mayor muestra realizada hasta hoy, a quienes se les realizará un seguimiento anual que incluirá una serie de pruebas, tales como una evaluación clínica, neurológica y neuropsicológica, un electroencefalograma (EEG) y una analítica sanguínea, para evaluar la posibilidad de desarrollar el Alzheimer.
En un subgrupo, además, se llevarán a cabo unas pruebas específicas consensuadas internacionalmente para evaluar la evolución de la enfermedad de Alzheimer. Entre otras pruebas, se practicarán una punción lumbar, una polisomnografía, una resonancia magnética cerebral y una tomografía por emisión de positrones (PET) para detectar la ß–amiloide y la tau, que son las proteínas que se agregan de forma anómala en el cerebro de las personas que padecen alzhéimer.
Con este estudio, se pretende avanzar en cuatros aspectos:
– Mejorar en el conocimiento de los mecanismos patogénicos que van del depósito anormal de amiloide a nivel cerebral a la causa de la muerte de las neuronas.
– Disponer de los biomarcadores que indican en cuál de las tres etapas patológicas de la enfermedad de Alzheimer se encuentra el paciente (preclínica, sintomática con deterioro cognitivo leve o sintomática en la etapa de demencia)
– En cuanto a la prevención, desarrollar estrategias terapéuticas para las etapas preclínica o prodrómica (antes de la demencia), para conseguir la prevención del Alzheimer en el síndrome de Down
– En el ámbito del tratamiento, mejorar la calidad de vida de los enfermos y sus familiares controlando los síntomas de forma más efectiva.
Enfermedad de Alzheimer y síndrome de Down
El síndrome de Down es un síndrome complejo que se asocia a distintos problemas médicos que se presentan en determinados periodos vitales. Algunos de ellos se originan durante la infancia, y otros en la edad adulta y la senectud.
El significativo aumento de la esperanza de vida de las personas con síndrome de Down, que ha pasado de menos de 10 años a más de 60 en el último siglo, lleva aparejado un especial interés por las complicaciones que afectan a este colectivo en la edad adulta.
Hacia los 40 años prácticamente todas las personas que padecen síndrome de Down presentan los elementos característicos de la enfermedad de Alzheimer, porque los sujetos con síndrome Down tienen una copia extra de la proteína precursora de amiloide.
Esta proteína puede depositarse de forma anómala en el cerebro, causando la muerte de las neuronas. No obstante, la presentación clínica de una demencia se produce en la población con síndrome de Down en edades más tempranas, alcanzando prevalencias de más del 80% en personas mayores de 60 años.
Practicar taichí reduce el riesgo de caídas en los mayores
Fuente: webconsultas.com
Realizar ejercicios de taichí de manera habitual –unas tres sesiones por semana– mejora el equilibrio y la flexibilidad, y puede reducir hasta en un 64% el riesgo de sufrir caídas en las personas mayores de 65 años.
Uno de los grandes beneficios del taichí es la mejora notable del equilibrio, tanto físico como mental. Este arte marcial con propiedades terapéuticas está especialmente indicado en la tercera edad, ya que reduce notablemente el riesgo de sufrir algún tipo de caída, según un estudio realizado por investigadores de la Guangzhou Sport University en China.
La respiración y los movimientos lentos y controlados que caracterizan el taichí, ayudan a fortalecer las rodillas, mejorar el equilibrio y relajar la mente
La investigación se basó en los datos recogidos en 18 ensayos clínicos anteriores, que incluían un total de casi 4.000 personas que superaban los 65 años de edad. Para obtener los resultados se tuvo en cuenta la frecuencia con la que los adultos mayores practicaban taichí, el tiempo que dedicaban a cada sesión, el estilo empleado y, por supuesto, el número de caídas que habían sufrido durante el tiempo del estudio.
Según el trabajo, publicado en la revista BMJ Open, hasta un 40% de los mayores de 65 años sufre un accidente de este tipo a lo largo de un año, porcentaje que aumenta al 50% en los que superan los 80 años de edad. Las caídas suponen una de las primeras causas de fallecimiento en la tercera edad, según afirma Zhi-Guan Huang, uno de los miembros de la investigación, e influyen en la capacidad de movimiento de los ancianos, su independencia, y su calidad de vida, de ahí la importancia de prevenirlas.
El taichí mejora el equilibrio y la flexibilidad
Gracias a la respiración y a los movimientos lentos y controlados que caracterizan el taichí, se redujo un 20% el riesgo sufrir alguna caída al día en los participantes en el estudio, además de mejorar su equilibrio, la fuerza en las rodillas y la flexibilidad. Los investigadores también comprobaron que aquellos que practicaban este arte marcial al menos tres veces a la semana reducían el riesgo de caídas un 64%, comparado con el 5% de los que lo hacían en solo una sesión semanal.
No hay excusa para no practicar taichí a cualquier edad, ya que se puede hacer tanto en casa, como en un parque, o en el descanso del trabajo, a lo que se añade que se trata de una actividad muy fácil de aprender, que no precisa un monitor que dirija las sesiones una vez que se conocen los pasos básicos. Esta disciplina terapéutica milenaria es perfecta para todos los mayores que quieran prevenir las caídas y realizar ejercicio sin tener que acudir a un gimnasio, y tiene la ventaja de ayudar a relajar mente y cuerpo.
Una investigación permite detectar al anciano frágil en atención primaria y analizar su coste sanitario
Fuente: elperiodic.com
Los ancianos frágiles tienen más riesgo de caídas que el anciano no frágil, pérdida de la autonomía, fracturas e incluso de muerte.
La identificación de la situación de fragilidad para implantar medidas de prevención, es de vital interés sobre todo, en aquellas personas que a pesar de su comorbilidad, no presentan ninguna condición que determine ese déficit funcional que le va a llevar a sufrir un evento adverso de salud.
En Atención Primaria se atienden en primera línea los problemas del anciano y la cronicidad, por tanto, son los encargados de la detección del anciano en situación de fragilidad y vulnerabilidad.
“El test up and go –levántate y anda- es una prueba diseñada para cuantificar la movilidad, y la capacidad funcional de los pacientes ancianos, y que se correlaciona con el resultado de otras pruebas que evalúan el equilibrio y la marcha, siendo una prueba fiable y válida para identificar la fragilidad de los ancianos, destacando ésta respecto a otras por su fácil realización, y porque no requiere de personal experto que la evalúe, y pudiendo ser útil también en el seguimiento de los cambios clínicos en el tiempo”, explica Carolina Mir, médico de Familia del centro de salud Fuensanta.
El trabajo de Carolina Mir, en el CS Fuensanta del departamento de Salud-Valencia Hospital General, ha evaluado la utilidad del test up and go en la detección del anciano frágil en individuos de entre 70-85 años y la valoración del gasto sanitario de estos pacientes en atención primaria. La prevalencia de fragilidad según el test up and go en esta investigación discrimina a aquellos que cumplen los factores de riesgo de fragilidad, de forma similar a otras evaluaciones más complejas, costosas y difíciles de implantar en atención primaria.
Según la doctora Mir, “es una buena prueba de discriminación del deterioro funcional, y por tanto del estado de fragilidad en los ancianos, con mayor utilidad en las mujeres”. La edad y el sexo fueron los principales factores de riesgo de fragilidad y el ejercicio físico fue el único factor protector. Las caídas fueron el principal evento adverso asociado a los pacientes clasificados como frágiles por el test up and go.
El coste de la fragilidad, 3.000 € al año
El coste de la fragilidad según el cribado del test up and go, es superior al de los no frágiles, y se estima en más de 3.000€ al año. El incremento del gasto sanitario que supone la fragilidad, estimula a la creación de estrategias basadas en el ejercicio físico para la contención del gasto sobre todo en tiempos de crisis.
La tesis doctoral de Carolina Mir titulada “Utilidad del test get up and go en Atención Primaria para detectar al anciano frágil y analizar su coste sanitario” ha sido defendida en la facultat de Medicina de la Universitat de València con la obtención de sobresaliente cumlaude con mención a premio extraordinario.
La tesis ha sido dirigida por Francisco Antón García, coordinador del centro de salud de Fuensanta y José Vicente Sorlí Guerola, profesor ayudante doctor del Departamento de Medicina Preventiva de la Facultat de Medicina de la Universitat de València.
Esta investigación llevada a cabo en el entorno de atención primaria es la antesala de otros proyectos de investigación basados en la prevención de la fragilidad mediante la incentivación del ejercicio físico, como es el proyecto ACTIVA, galardonado con el premio Dr. López-Trigo 2016 de esta investigadora.
Ancianos: objetivo fácil de ladrones
Fuente: www.elperiodicomediterraneo.com
Autora: Yolanda Tena Sola-Vera
El caso de Avelina de la Llosa, asesinada por un chico de 18 años ha causado conmoción; el martes juzgan a una banda por el asalto a Ramón y María Fina en les Useres, pero con muchos los crímenes a personas mayores ocurridos ya en Castellón.
Son el objetivo fácil. El paso de los años, la edad, les lleva a ser más incautos, más ingenuos, más confiados y, por tanto, las víctimas mayoritarias de robos, estafas y fraudes. El último caso de robo a una anciana ha sucedido en la Llosa con un fatal desenlace: su muerte. Avelina, de 81 años, moría a manos de un joven del pueblo, Lucio D.L., de 18 años, quien le propinó, al parecer, un fuerte empujón que la hizo caer al suelo y golpearse la cabeza fatalmente. El chico buscaba los 600 euros que la mujer guardaba en su casa tras sacarlos del banco días antes.
Además de Lucio, que ingresó en prisión preventiva el pasado viernes, hay otros tres chavales implicados que han quedado en libertad con cargos: Jairo. A.M., de 18 años, y sobrino de una de las mejores amigas de Avelina, sospechoso de ser cómplice del crimen; y dos chavales de 16 años, uno de ellos hermano de Lucio, como encubridor y por receptación, respectivamente. Un drama para la Llosa del que todo el mundo habla ahora puesto que víctima y detenidos son de la localidad.
El crimen de Concha Roig
Pero este no es el único caso de una persona mayor asesinada durante un robo. Lamentablemente Castellón conserva en su memoria otros sucesos escalofriantes. El más sonado quizá fue el de la exconcejala de UCD en el Ayuntamiento de Castellón, Concha Roig, de 71 años, que murió después de que el hijo de su empleada del hogar, Florin Ionut Lisnic, de 18 años, le clavara una catana en el cuello y le realizara hasta 36 cortes por el cuerpo con dos espadas más, en su ático de la calle Enmedio, 103, en la tarde del 25 de mayo del año 2010.
Concha había sido víctima de numerosos robos por parte de su asistenta, pero nunca llegó a denunciarla, parecer ser que por pena. El asesino, que llegó a confesar el crimen en el juicio, fue condenado finalmente a 29 años y medio de cárcel mientras que su madre, de nombre Olguta, fue sentenciada a un año y medio de prisión por hurto, ya que se apoderó de más de 30.000 euros en joyas de oro durante el tiempo que estuvo trabajando para la víctima, quien había depositado siempre toda su confianza en ella y le dejó las llaves de su casa. Unas llaves que su hijo usó el día que la asesinó.
Los Almela de la Vall
El conocido empresario Vicente Almela, de 90 años, y su esposa Consuelo Gil, de 87, fueron brutalmente atacados de madrugada por un grupo de la ladrones, entre los que se encontraba el novio de su empleada del hogar.
Los delincuentes, tras abrirles la puerta la chica y fingir, además, ser ella también víctima del atraco, los golpearon y amordazaron sin compasión, atándolos a una cama, para apoderarse de varias cajas fuertes con joyas y 9.000 euros en metálico. Vicente Almela moría asfixiado por la mordaza que le habían puesto en la nariz y en la boca, que le impidió respirar. Su esposa consiguió salvar la vida. En el juicio, que se celebró hace un año, los cuatro acusados --entre ellos la cuidadora y su pareja sentimental-- fueron condenados a un total de 79 años de cárcel (19 años la empleada y 20 para los otros tres asesinos).
El caso de Alfredo Bellmunt
Alfredo Bellmunt Ripollés, de 83 años, vivía en la plaza del País valencià de Castellón. Para sus cuidados diarios contrató los servicios de una cuidadora, Ramona Cobzaru, cuyo novio estaba enganchado a las drogas. La noche del 6 de agosto del 2011, el joven le pidió a la empleada que le pidiera a Alfredo un anticipo con la finalidad de tener liquidez para comprar sustancias estupefacientes y saciar su adicción. Los dos fueron a la casa de Alfredo. Primero entró en la casa Ramona con las llaves de que disponía mientras que su novio, Ionel, se quedó fuera. Como no conseguía el anticipo, idearon robarle.
Una vez dentro, advirtieron que Alfredo Bellmunt, que estaba viendo la televisión, llevaba colgada al cuello una cadena de oro con una medalla de la Virgen de Lledó. Ionel se acercó sigilosamente por detrás para quitársela pensando que Alfredo no se daría cuenta, pero el anciano se giró y lo vio, por lo que el asesino le tapó fuertemente la boca con una mano al tiempo que con la otra le apretó el cuello hasta que lo mató estrangulándolo, bajo la mirada de su novia y cuidadora. Los dos vendieron las joyas robadas a un tercero que les pagó 150 euros en total. Tras el juicio, que se celebró a finales del año 2012, los dos fueron condenados: ella a cuatro años de cárcel y él a 16 por el asesinato.
Ramón y Fina de les Useres
El martes la Sección Primera de la Audiencia de Castellón acoge el juicio contra una banda, formada por tres ladrones multirreincidentes, por el robo con violencia ocurrido en abril del 2011 sobre el matrimonio de ancianos formado por Ramón Cuevas y María Fina Beltrán, que entonces tenían 73 y 71 años. Los asaltantes, con ropas oscuras, guantes y pasamontañas, se dirigieron a la vivienda de Ramón y María Fina, que en esos momentos dormían. Así, entraron por unas escaleras de piedra que daban a la terraza y tras acceder a la casa se dirigieron al dormitorio de las víctimas abalanzándose sobre el matrimonio de forma inesperada.
Los acusados les propinaron numerosos puñetazos y golpes por todo el cuerpo, al tiempo que los cogían del cuello y les exigían que les dijeran dónde estaba el dinero. Tal y como narró tras el terrible suceso Ramón, en declaraciones a Mediterráneo, cuando estaba ingresado en el Hospital General: «Lo primero que hice fue decirles dónde estaba el dinero, porque hacía unos días que había ido al banco y tenía guardados 1.000 euros, pero aún querían más y no paraban de golpearnos... Les dije que el resto lo tenía todo en el banco y nos apalearon más».
Los delincuentes los ataron con cables eléctricos y les metieron un trapo en la boca. La banda pudo hacerse con 1.000 euros en efectivo y 6.671 en joyas, huyendo del lugar, dejando a Ramón y a María Fina inmóviles durante casi 20 horas. Fue la hija de ambos, María José, la que al ver que no respondían al teléfono, decidió acercarse a la casa donde los encontró amordazados. Ramón estuvo tres días en la UCI, con siete costillas rotas y múltiples hematomas. Su mujer también contaba con graves lesiones. El fiscal pide 81 años para los ladrones
Los recuerdos del vasco más anciano, fallecido a los 107 años: «Antes la gente era más dura»
Fuente: www.elcorreo.com
Autor: Koldo Domínguez
José Ramón Díaz de Durana, un médico de profesión «nacido en Elorrieta cuando pertenecía al municipio de Deusto», rememoró en una entrevista con EL CORREO las peripecias con las que tropezó en su profesión, que ejerció siempre en la localidad alavesa de Artziniega, cuando solo existían medios «rudimentarios»
El año en que José Ramón Díaz de Durana nació, Antonio Maura cesó como primer ministro tras la muerte de 78 personas en la Semana Trágica de Barcelona. Alfonso XIII reinaba y España se embarcaba en la cruenta Guerra del Rif. 1909 fue muy convulso, pero queda ya lejano en nuestra memoria colectiva. Ha pasado mucho tiempo. Aún así, Díaz de Durana reaccionaba ágil cuando escuchaba esa guarismo. 1909. «Yo nací ese año. El 28 de diciembre. En Elorrieta, que pertenecía al municipio de Deusto, que por aquel entonces era independiente de Bilbao», recordaba el vasco de más edad (107 años), que falleció este domingo en su domicilio de Bilbao.
No le costaba echar la memoria atrás y rememorar cómo ha sido su vida. A pesar de su edad, era capaz de mantener una conversación amena y distendida durante cerca de una hora, como pudo comprobar este periódico al realizar un reportaje con él, publicado en febrero del pasado ejercicio. Desde el sofá de su casa de la capital vizcaína, José Ramón podía presumir de ser el hombre más longevo de Euskadi y «el médico más viejo de todo el país». Ejerció la medicina durante 43 años, siempre en la localidad alavesa de Artziniega, desde 1934 hasta su jubilación, en 1977.
Él era la memoria viva de la medicina moderna, el único que podía atestiguar cómo era ejercer la profesión sin tan siquiera contar con penicilina. «Yo empecé a ejercer con un fonendo y un bastón. Hasta que llegaron las sulfamidas íbamos a la guerra con un bastón», recordaba con una pícara sonrisa que no borraría durante todo el encuentro. «Todo era rudimentario. Se hacía a base de calor, cataplasmas y jarabes. Cosas efectivas no teníamos nada. Hasta que llegaron las sulfamidas disponía de muy pocas armas. Luego ya respiramos, porque te venía uno con una pulmonía o con una cosa infecciosa y tenías algo efectivo. Y, claro, ya cuando llegaron los antibióticos aquello fue la caraba».
Díaz de Durana quiso ser dentista. Ésa fue su primera vocación. Pero su pragmatismo le llevó a convertise en médico. «De verdad que pensaba estudiar para dentista, pero hacían falta dos años de Medicina. Y, ya que empecé, pues seguí y la acabé. Arranqué en Valladolid. Estuve un par de cursos, pero por motivos familiares me tuve que trasladar a Cádiz. Y allí acabé, y contentísimo, porque era una facultad pequeña y con un profesorado extraordinario».
Con el título en la cartera volvió a Bilbao. Era un médico joven con ganas de ejercer y se enteró de que en un pequeño pueblo alavés había una plaza vacante. Era el año 1934 y aquel recién licenciado desconocía que jamás conocería otro destino. «Me presenté en el pueblo y me cogieron. A los tres meses me dijeron: 'mire, estamos muy contentos con usted. ¿Cómo quiere que salga la plaza?' Yo les dije que por antigüedad no podía ser (risas), así que por oposición. Se hizo la oposición en Vitoria, nos presentamos tres o cuatro y la gané».
En Artziniega, don José Ramón (así le llamaban en el pueblo) descubrió lo que era ejercer de verdad la medicina. La de los años 30 en España. «No teníamos medios, no teníamos instalaciones. No teníamos nada. El ejercicio de la profesión era esclavitud. Ni domingos ni festivos ni vacaciones. Si quería cogerme unos días libres tenía que buscarme un sustituto y pagarle de mi bolsillo», apuntaba con severidad. Ochenta años después, ese recuerdo aún se mantenía intacto en su pétrea memoria.
«En bicicleta, en burro o andando»
Al principio habilitó una pequeña consulta en una habitación de su casa, hasta que le dieron «un local donde está el Casino» del pueblo. Estaba solo para atender a una población de cerca de 1.500 personas. Sin teléfono, los vecinos acudían a su casa ante cualquier urgencia. «Daba igual la hora. Venían y llamaban, pum, pum... Y si era de noche, 'hala, José Ramón, arriba'». Iba en coche –hasta donde llegaba la carretera–, en bicicleta, en burro o andando. «Entonces había mucho caso infantil: difteria, hepatitis, pulmonías y catarros. Pero, como ya he dicho, hasta que llegaron las sulfamidas teníamos pocas armas. Las empleé por primera vez con una niña que tenía pulmonía y se curó muy bien. Luego con la penicilina mejoró todo mucho. Pero había que ponerla en inyecciones cada tres horas, y como estaba yo solo, pues por la noche cada tres horas tenía que levantarme de la cama».
A lo largo de sus 43 años de profesión, Díaz de Durana ejerció de otorrino, traumatólogo, dentista, cirujano, ginecólogo, partero... El médico rural, el perfecto internista. «Yo tenía que saber de todo. Lo de otorrino, por ejemplo, se me daba bien. En la carrera estudié con Portela (un afamado otorrinolaringólogo de Cádiz) y saqué matrícula de honor. Tuve dos matrículas de honor en la carrera y muchos sobresalientes y ningún suspenso». Aún guarda el expediente de notas que lo demuestra.
Su primer caso le llegó al día siguiente de asentarse en el pueblo. «Me vino el hermano Josico, que era un marista formidable. Tenía una hidrosadenitis, una infección de la glándula sudorípara en una axila. Preparé el bisturí, le abrí y se acabó. Se marchó encantado». Pero si de algo está orgulloso de su carrera son los más de 1.800 partos que atendió. Se le nota cuando habla de ello. «Es que antes las familias tenían mucha descendencia. Allí en Artziniega, raro era el que no tenía cuatro hijos. El de la Guardia Civil, por ejemplo, tenía unos cuantos. Seis o así».
– ¿Y no tenía miedo a las complicaciones? Estaba usted solo.
– ¿Miedo? Nunca. No tenía más remedio que asistir a las parturientas. Y eso que muchas veces me tocó atenderlas a la luz de un candil de petróleo. Y también he tenido gemelos y algún que otro caso complicado. Pero sólo un par de veces, y por si acaso, las mandaba a Bilbao. Casos de vida o muerte, que yo recuerde, ninguno.
El primer niño que trajo al mundo fue el de 'Pedro el chófer'. «Fue todo muy bien. Algunas veces, ponía a las parturientas de pie para que todo fuera mejor». En ese momento del relato es cuando José Ramón asume el paso de los años. Para bien. «Cómo ha mejorado la medicina. Los médicos tienen muchos más medios: radiografías, análisis... casi se lo dan todo hecho (risas). Y están muy bien formados. Parece que no, pero con eso que tienen después de terminar la carrera, el MIR, ya salen del hospital bastante bien. Antes igual salías de la facultad sin haber visto un parto», advertía.
En ese momento se detuvo y guardó silencio. No ha perdido el hilo. Acababa de recordar un caso. Uno que no terminó bien. «En Cádiz, cuando estudié, veías enfermedades que aquí ni se conocían, como la lepra. Una vez traté a una niña de 12 años con un 'hodgkin'. La llevamos a Vitoria y el médico de allí no sabía ni lo que era aquello. Y se murió. Hoy, muchos de estos casos sobreviven», explicaba. «Y mira los trasplantes. Eso sí que era inimaginable. Los de hígado, por ejemplo. Mira Raphael y compañía».
En 43 años de carrera fueron más los recuerdos «bonitos que los otros». Casos en los que salvó vidas. Como cuando 'resucitó' de la muerte a una chica de 14 años. «Me llamaron de Barambio –un barrio de Amurrio, a 30 kilómetros–. Cuando llegué bajaban las escaleras cuatro o cinco curas. 'Llega usted tarde. Ya se ha muerto', me dijeron. '¿Se ha muerto?'. Subí corriendo, la miré y dije '¡pero si está viva!'. Pedí una navaja de afeitar y le hice la traqueotomía. Tenía difteria y estaba asfixiada. Llevaba pinzas en el maletín y le pude sacar todas las membranas. Y envié a una persona a casa a por unas cánulas. Y la chica se curó».
En la Guerra Civil
De sus años en ejercicio añoraba «el respeto que se le tenía no sólo al médico, sino a todo el mundo» y cómo «jamás» se encontró con un enfermo con miedo a morir. «Antes la gente era más dura que ahora. Completamente. Sabían que allí no había medios. Y tampoco tenían dinero para ir a un hospital a Bilbao o a hasta Vitoria. Así que sólo les quedaba yo, no tenían más remedio (risas)».
En su encuentro con este periódico, Díaz de Durana sólo cambió el gesto al recordar una de las peores épocas de su vida: la Guerra Civil. «Nos movilizaron a cinco o seis médicos jóvenes de la zona. Nos dedicamos a curar heridas y golpes. Estuve tiempo en Elorrio pero recorrí todos los sitios. Cuando el bombardeo de Gernika, me acuerdo que estaba en Amorebieta», rememora. «Los médicos lo pasamos muy mal. Estuve con los comunistas de Trintxerpe y alguno nos consideraba fascistas sólo por ser médicos. Tuve miedo. Había que andar con mucho cuidado. A un amigo lo mataron y lo enterraron».
Cuando acabó la guerra regresó a Artziniega. Fue todo un «acontecimiento para el pueblo», que recuperó a aquel médico joven que ya creían que no volvería. Se casó con «una mujer extraordinaria de allí», tuvo cinco hijos y fue «muy feliz».
La justicia italiana obliga a unos padres a dar a su hija de 7 años en adopción por ser demasiado ancianos
La pareja que tiene 56 y 68 años, respectivamente, concibió a la menor mediante una fecundación in vitro en el extranjero
El tribunal de apelación de la ciudad italiana de Turín confirmó este lunes la sentencia con la que se dará en adopción a una niña, actualmente de siete años, al considerar que sus padres, Gabriella y Luigi De Ambrosis, de 56 y 68 años en el momento de su nacimiento, no eran idóneos al serdemasiado ancianos.
La abogada de la pareja, Adriana Boscagli, anunció que recurrirá al Tribunal Supremo, al reiterar -cómo ha defendido desde que asumió el caso- que los padres «son absolutamente capaces de cuidar a la niña».
En septiembre de 2011, un Tribunal de menores decidió quitar la custodia de la hija de 15 meses a sus padres al considerarles demasiado ancianos y tras una denuncia por «abandono» de la pequeña presentada por una vecina.
Los jueces declararon entonces que la niña, que nació el 26 de mayo de 2010 en Turín mediante una fecundación «in vitro» realizada en el extranjero, tenía que ser alejada de los padres naturales y fue entregada a una familia de acogida.
Según esta sentencia, la niña era «fruto de una aplicación distorsionada de las enormes posibilidades que ofrece el progreso en materia genética», «se quedará huérfana muy pronto y, además, se verá obligada a cuidar a unos padres ancianos, con posibles graves patologías o minusvalías».
Los problemas de esta pareja formada por Gabriella, bibliotecaria, y Luigi De Ambrosis, jubilado y exalcalde de un pequeño pueblo, comenzaron un mes después del nacimiento de la niña, cuando un tribunal de menores les quitó la custodia después de que los vecinos avisaran a la policía de que la pequeña había sido abandonada en un coche.
El padre asegura que había dejado al bebé durmiendo en la silla del coche, que estaba aparcado delante de la casa, mientras descargaba la compra y para no despertarla.
El padre fue absuelto de la acusación de abandono, pero el tribunal de menores decidió que los padres eran demasiado mayores para ocuparse de la niña.
La niña podrá ser ahora adoptada definitivamente por la familia con la que vive desde hace cerca de siete años.
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