artículos de actualidad
agosto 2016
La terapia psicológica grupal mejora la calidad de vida de los cuidadores de Alzheimer
Fuente: www.lavanguardia.com
Un estudio muestra que la intervención psicológica grupal pautada, también ayuda a mejorar la capacidad de los cuidadores a sobreponerse a situaciones difíciles y salir reforzadas de ellas.
La terapia psicológica grupal ayuda a mejorar la calidad de vida y el estado anímico de los cuidadores de personas con Alzheimer, según un estudio con 221 cuidadores de toda España presentado hoy por la Fundación Pasqual Maragall.
El estudio, impulsado en colaboración con la Obra Social "la Caixa" y la Confederación Española de Familiares de Personas con Alzheimer y otras Demencias (CEAFA), señala que los cuidadores que participan en estas sesiones también mejoran la resiliencia, que es la capacidad de las personas de sobreponerse a situaciones difíciles y estresantes emocionalmente y salir reforzadas de ellas.
La investigación ha contado con 23 grupos terapéuticos en los que, durante un año y medio, han participado 221 cuidadores seleccionados por la CEAFA y un equipo de más de 30 especialistas en psicología y neuropsicología, distribuidos por Cataluña, Castilla y León, Canarias, la Comunidad Valenciana y Andalucía.
El estudio, presentado en Barcelona, muestra que la intervención psicológica grupal pautada, reforzada con sesiones de seguimiento, ha mejorado significativamente la calidad de vida, los estados de ansiedad y depresión, el apoyo social percibido y la capacidad de resiliencia de los cuidadores.
Los participantes en el estudio han asistido, durante cuatro meses, a una sesión semanal de una hora y media de duración donde han compartido sus experiencias y han tratado temas como el desgaste emocional, la aceptación de la nueva realidad y el pensamiento positivo, y en varios de los grupos también se ha realizado un seguimiento mensual durante un año.
La edad media de los cuidadores participantes en el estudio ha sido de 61 años, y el 75 % de ellos eran mujeres familiares de la persona enferma, ya fueran cónyuges (43 %) o hijas (50,2 %).
El 73,8 % de los cuidadores estudiados convivían con el enfermo, el 57 % llevaba menos de cinco años como cuidador y el 42,1 % dedicaban más de 12 horas diarias a la atención del enfermo.
Unos resultados “prometedores”
Los resultados preliminares del estudio son también "prometedores", al indicar que la intervención con seguimiento en los grupos tiene un "impacto positivo" en la economía del sistema sanitario, ya que "los cuidadores que se cuidan a sí mismos limitan el consumo de fármacos y las visitas al médico", ha señalado la neurocientífica y gestora de proyectos de la fundación, Gema Huesa.
En ausencia de tratamientos para el Alzheimer, "lo más importante para el enfermo es que alguien esté dispuesto a cuidarle durante muchos años", ha declarado el director general de la fundación, Jordi Camí, y esta persona se convierte en una figura central, "porque el enfermo depende de su estado físico y anímico".
Camí ha recordado que "no es suficiente la buena voluntad" para que "el cuidador no sucumba en el intento" de cuidar al enfermo, y ha remarcado el esfuerzo de la Fundación Pasqual Maragall y la Obra Social "la Caixa" para buscar "prácticas mejores y más eficaces".
Los cuidadores "ven cómo va reduciéndose su vida personal, laboral y social, en un contexto de desorientación y falta de recursos y de información", y frecuentemente "deben renunciar a su propio cuidado", por lo que "es imprescindible" proporcionarles apoyo y "poner sobre la mesa institucional el papel del cuidador y su protección", según los autores del estudio.
Más de 600.000 personas en España padecen Alzheimer u otras formas de demencia, y el 80 % de ellas viven en su domicilio con un familiar, que es el cuidador principal y que dedica unas 15 horas diarias a atender sus necesidades.
Montar en bicicleta es una forma eficaz de prevenir la diabetes
fuente: www.abc.es
Las personas, incluidas las más mayores, que montan habitualmente en bicicleta tienen un riesgo hasta un 20% menor de desarrollar la enfermedad
La diabetes tipo 2 es una enfermedad caracterizada por una producción insuficiente o una utilización inadecuada de la insulina, esto es, la hormona responsable de que las células capten la glucosa de la sangre para producir la energía. En consecuencia, y como ya padecen más de 350 millones de personas de todo el mundo, el torrente circulatorio transporta un exceso de glucosa, lo que acaba provocando daños en múltiples órganos del cuerpo. Sin embargo, el impacto de la enfermedad no acaba ahí: se estima que su prevalencia podría llegar a duplicarse en solo un par de décadas.
La buena noticia es que esta diabetes tipo 2, que constituye más del 90% de los casos de todos los tipos de diabetes, se puede prevenir. Y para ello, tan solo hay que adoptar unos hábitos de vida saludables: comer de forma más sana y practicar ejercicio. Por tanto, es el momento de aparcar el coche y coger la bicicleta, pues como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad del Sur de Dinamarca en Odense (Dinamarca), las personas que montan en bicicleta de forma habitual tienen un riesgo hasta un 20% menor de desarrollar la enfermedad.
Como explica Martin Rasmussen, director de esta investigación publicada en la revista «PLOS Medicine», «lo más interesante de nuestros resultados es que aquellos que se iniciaron en el uso de la bicicleta también mostraron un menor riesgo de diabetes tipo 2. Y esto es muy interesante porque la población participante en nuestro estudio eran mujeres y varones de mediana edad y mayores. Es decir, nuestros resultados destacan que incluso para las personas de mayor edad,nunca es demasiado tarde para coger la bicicleta y reducir el riesgo de padecer una enfermedad crónica».
La edad no es excusa
El objetivo del estudio, fue analizar la posible relación entre el uso habitual de la bicicleta, ya sea como medio de transporte o como actividad recreativa, y la reducción del riesgo de aparición de diabetes tipo 2. Y para ello, los autores contaron con la participación de 27.890 mujeres y 24.623 varones con edades comprendidas entre los 50 y los 65 años.
Los resultados mostraron que los participantes que montaban habitualmente en bicicleta tenían un riesgo inferior de desarrollar la enfermedad, siendo este riesgo menor cuanto mayor fuera el tiempo semanal dedicado a pedalear. De hecho, y transcurridos cinco años desde el inicio del estudio, las personas que pasaron más tiempo montando en bicicleta tenían un riesgo un 20% menor de padecer diabetes tipo 2 que aquellas que, por la razón que fuera –por ejemplo, optaban por otros tipos de transporte con menor exigencia física, caso de sus automóviles–, se negaron a subirse al sillín.
Es más; la prevención del desarrollo de diabetes tipo 2 asociado al uso de la bicicleta, fue independiente de otros factores de riesgo de la enfermedad, caso del tabaquismo, el consumo de alcohol, la dieta y el ejercicio físico distinto del ciclismo.
Tal es así que, como destacan los autores, «nuestros resultados sugieren que montar en bicicleta, también en el caso de las personas mayores que nunca lo habían hecho, podría reducir el riesgo de diabetes tipo 2, por lo que apoyan el desarrollo de programas para promover el uso habitual de las bicicletas».
Aparcar el coche.
En definitiva, como apuntan Jenna Panter y David Ogilvie, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), en un editorial del mismo número de la revista, «los resultados enfatizan la necesidad de la puesta en marcha de medidas de salud pública para apoyar las intervenciones dirigidas a incrementar los hábitos de actividad física en la población».
Por tanto, el estudio aporta nuevas evidencias sobre los beneficios de aparcar el coche y optar por medios de transporte más ‘sanos’. Como concluye Martin Rasmussen, «dado que montar en bicicleta puede formar parte de cualquier actividad cotidiana, su uso puede ser adoptado por una gran parte de la población. Es el caso de aquellas personas que, por una mera cuestión de falta de tiempo, no tienen otra posibilidad de practicar ejercicio físico».
El síncope, un desmayo común que produce peligro de caída
Fuente: eldia.com.do
El síncope es un desmayo o pérdida transitoria que tiene causas múltiples y en los periodos de calor puede producirse de improviso.
Su característica es que produce pérdida rápida de la consciencia y del tono postural, y uno de sus mayores peligros es que se acompaña de una caída.
De acuerdo al doctor Fernando Vidal, cardiólogo electrofisiólogo, director de la unidad de Arritmia, Electrosifiología y Marcapasos del Centro de Diagnóstico, Medicina Avanzada y Telemedicina (Cedimat), pese a que se produce de manera súbita y causa fuerte impacto en el paciente, al momento en que ocurre, la recuperación suele ser también espontánea, rápida y completa.
Vidal destacó que esto representa entre un 3 y 6 de las consultas en las emergencias y un gasto importante para pacientes y familiares.
El 70 por ciento de los síncopes se producen por un reflejo (cardiovascular) conocido como Vaso-vagal, el cual puede desencadenarse ante situaciones especificas como ver sangre, dolor intenso, ingesta de bebidas muy frías y a veces con cosas habituales como la micción.
Además, esto puede ocurrir en escenarios como las iglesias, en actos escolares, tumultos de mucha gente, lugares calientes y en personas que pasan mucho tiempo en la misma posición de pie o sentados, sin hidratación adecuada o largos ayunos.
Cuando es un reflejo
Cuando se trata de reflejo es benigno, salvo cuando cursa con traumatismo (golpes) o cuando el aviso que suele dar antes de presentarse es demasiado rápido y no da tiempo al paciente a acostarse.
Usualmente los pacientes acuden a un neurólogo cuando ocurre o se dirigen a las emergencias.
Explica que lo más importante en estos casos, principalmente en personas de edad avanzada, es determinar que la causa del síncope no es cardiaca, ya que en estos casos puede verse comprometida la vida del paciente. Por eso, los especialistas lo primero que deben es descartar arritmias, bloqueos, cardiopatia estructural (corazón grande) y que el paciente no sufre enfermedad coronaria o de las válvulas.
Se recomienda un adecuado interrogatorio, en el que las preguntas frecuentes deben ser cómo ocurrió, en qué circunstancias, si alguien lo vio, si hubo aviso, y si se padece de alguna enfermedad cardiaca conocida.
El galeno dijo que la certeza de que no existe enfermedad cardiovascular podría evitar gastos innecesarios al paciente y sus familiares, debido a que es usual que los pacientes deambulen por las consultas de varios especialistas, en un trajinar que incluye estudios por tomografía, electroencefalogramas y resonancias.
Destaca que en casos no normales, también el paciente puede recibir terapia con medicamentos que no aciertan en el alivio y retrasan el diagnóstico correcto y el buen manejo del mismo.
¿Saben nuestros abuelos decirnos que «no»?
fuente:www.lavozdegalicia.es
Los mayores de hoy en día se han convertido en un pilar fundamental para las familias. Ayudan de tantas formas que a veces abusamos de su buena predisposición.
Los abuelos se han modernizado. Pero a pesar del paso del tiempo, siguen manteniendo esa esencia que tanto nos gusta. El día de los abuelos, nos sirve para recordarlos. A los que ya no están y a los que siguen ayudándonos siempre con una sempiterna sonrisa. Los abuelos modernos han dejado atrás algunas de las características de las generaciones pasadas. Pero eso de consentirnos, parece que sigue siendo una constante. Porque, ¿saben nuestros abuelos decirnos que «no»? Muchas asociaciones alertan del papel del abuelo esclavo, ese que permanece 24 horas al día durante los doce meses del año dispuesto a servir a los suyos. Hay algunos que hasta hablan de abuelas quemadas, dependientes de los retoños de los suyos. Mayores que no son capaces de soltar una negativa. Abuelos que hipotecan su jubilación para seguir trabajando por los suyos.
Si las madres y los padres tienen su jornada. ¿Por qué no hacer lo mismo con los abuelos?
El pasado 26 de julio, se celebró el día de los abuelos, una festividad que no provoca tanto movimiento como el que se dedica a nuestros progenitores pero que debe ser igualmente tenido muy en cuenta. Porque mientras el día de la madre o el día del padre llenan los comercios de flores y otros regalos con los que agasajar a los nuestros, el día de los abuelos no trae consigo grandes florituras. Así son ellos. Se conforman con una sonrisa de los suyos y un simple gracias.
El día de los abuelos conmemoró este 26 de julio, una de las figuras fundamentales en la estructura familiar de hoy en día. La figura de los abuelos sigue siendo fundamental en la sociedad española y en la de muchas otras culturas, porque el papel que desempeñan se ha vuelto básico para muchas parejas de padres jóvenes. Y los datos acompañan a esta afirmación. Los más mayores se merecen algo más que un día de los abuelos. Porque según algunos estudios publicados recientemente por entidades como Mensajeros de la Paz, más de la mitad de los abuelos españoles confiesa ayudar a sus hijos para salir lo más airosos posible de las tremendas consecuencias de la época de vacas flacas.
El día de los abuelos no es una fecha sin más. Es tal la importancia que estas figuras tienen en nuestro día a día que además de recibir un importante recuerdo en el almanaque, los abuelos tienen su reconocimiento también en Google, donde el gigante de las búsquedas ha querido rendirles un sentido homenaje en forma de Doodle.
El día de los abuelos, es el día en el que los más veteranos de casa reciben los agradecimientos de los suyos. Porque la labor que realizan los mayores, no tiene precio. En una sociedad inmersa en un ritmo vertiginoso, son los abuelos los que muchas veces nos salvan la papeleta. Los que dejan de lado su derecho al descanso para volcarse en sus familias.
En el día de los abuelos merecen un reconocimiento. Pero también una reflexión.
Porque cargar a las espaldas de los mayores de casa toda la responsabilidad de la familia puede tener peligrosas consecuencias. Gran parte de los abuelos asegura sin miramientos que cuidar a los nietos es toda una alegría y a muchos les hace sentirse útiles. Sin embargo, hay veces que esa alegría se torna en responsabilidad y en muchas ocasiones hasta en estrés. El día de los abuelos es una buena ocasión para dar buena cuenta de la situación en la que viven inmersos muchos mayores. Porque dedicarse varias horas al día a cuidar de los más pequeños puede generar mucho estrés y una sensación de sobrecarga en los mayores. La Sociedad Española de Geriatría y Gerontoligía (SEGG) ya ha alertado. La sensación de sobrecarga en los abuelos puede agravar sus dolencias y hasta provocar que descuiden su salud.
En el día de los abuelos merece la pena recordar que cuidar de los nietos debe ser una actividad placentera para ambas partes, tanto nietos como abuelos y siempre intentar evitar que esta se convierta en una sobrecarga para los mayores. Y es importancia capital. Porque los expertos de la SEGG recuerdan que esta situación puede conllevar, a la larga, problemas de estrés, ansiedad o depresión si los abuelos se ven sobrecargados de actividades y responsabilidades en detrimento de sus propias necesidades.
Porque los abuelos tienen necesidades y deseos que no deben ser solo permitidos en el día de los abuelos, sino todo el año. Y en esta línea, también se mantienen los responsables de la Asociación de Abuelos de España. Ellos le han puesto nombre a esta situación. «El síndrome de la abuela esclava» (Antonio Guijarro 2001), el que sufren aquellas abuelas y abuelos que se sienten obligados a hacer todo lo que puedan por sus nietos e hijos. Recuerdan desde este organismo que los abuelos tienen vida social, profesional, vida de ocio y también su vida familiar. Por tanto, la vida con los nietos no puede limitar todo lo demás.
Y los responsables de esta asociación van un paso más allá. Consideran que si hubiera que cuantificar y pagar la labor que cada día realizan los abuelos, el Gobierno de España estaría mucho peor incluso que el de Grecia. Como para que no se merezcan un día de los abuelos. Y es que los abuelos desempeñan muchas funciones que difícilmente encontrarían cabida en otras personas. Ellos son los encargados de ayudar con los niños cuando los padres no tienen vacaciones, los que colaboran para cubrir las necesidades de los más pequeños y, sobre todo, los que se encargan de transmitir conocimientos que otros no son capaces de enseñarles.
Los abuelos son un pilar básico para la sociedad de hoy en día. No se merecen un día de los abuelos. Se merecen mucho más.
Cataluña: 24.000 ancianos, en lista de espera para entrar en una residencia
Fuente: ccaa.elpais.com Autora:Jessica Mouzo Quintáns
Las entidades denuncian el estado de salud de los ancianos al llegar a los centros.
Miles de ancianos catalanes están dedicando los últimos años de su vida a esperar. A esperar, hasta cuatro años, a que la Generalitat les conceda una plaza en una residencia pública o concertada. Según datos del Departamento de Asuntos Sociales, a junio de 2016, eran 24.401 los ancianos que estaban en la lista de espera en Cataluña. En 2011, cuando se empezaron el grueso de los recortes, eran unos 17.000 los que aguardaban por una plaza. Los ancianos que están en cola son altos dependientes —de grado II o III—, con una salud muy frágil. Tienen aprobado el Programa Individual de Atención (PIA), por el que se asigna una prestación adecuada a su estado y grado de dependencia (la residencia, en este caso), pero no pueden disponer de ayuda por falta de recursos públicos.
Aunque la financiación de la Ley de Dependencia debería correr a partes iguales a cuenta de la Generalitat y el Gobierno Central, la Administración catalana ha tenido que ir incrementando la partida (910 millones de euros, el 70% del presupuesto del Departamento) a medida que descendía la parte del Estado, que recortó 240 millones en los últimos tres años.
El Departamento reconoce que “la permanencia en la lista de espera puede ser de tres meses a tres años, dependiendo del territorio y la residencia”. Pero las entidades del sector van más allá: “La espera media para entrar a una residencia pública alcanza los cuatro años y a una concertada oscila entre los cuatro meses y el año y medio. A veces, cuando llamamos para conceder la plaza, el anciano ya está muerto”, explica Vicente Botella, presidente de la patronal de pequeñas y medianas residencias, UPIMIR.
Según el propio Departamento de Asuntos Sociales, unos 22.500 catalanes han muerto en los últimos cinco años mientras esperaban recibir las ayudas que fija la ley de dependencia. En 2015 fallecieron 3.346 personas, un 11% más que en 2014, aunque menos de la mitad de las muertes registradas durante 2011.
La Generalitat puntualiza que, de los 24.401 ancianos a la espera de una plaza pública, unos 5.000 están atendidos en una residencia privada a través de la prestación económica vinculada (PEV), una ayuda económica para subvencionar una plaza privada al anciano mientras no se le concede una cama en una pública. El anterior gobierno de Artur Mas suspendió estas prestaciones durante más de un año y las reactivó a finales de 2014 solo para los dependientes más graves, los de grado III.
Un portavoz de Asuntos Sociales señala que “se ha de tener en cuenta que algunas personas se apuntan a la lista de espera en previsión de futuro”. Además, añade, unos 14.000 ancianos que están la lista de espera “está atendidos mientras tanto a través de otros servicios”, como centros de día, atención domiciliaria o cuidadores no profesionales.
Las entidades del sector, no obstante, advierten del grave estado en que llegan los ancianos a las residencias. “Nuestro trabajo se está convirtiendo cada vez en más sanitario y menos social. Los ancianos que llevan mucho tiempo esperando, cuando llegan, duran cuatro meses y fallecen. Se han transformado en centros para morir, no para vivir”, lamenta Botella.
El vicepresidente de la Asociación Catalana de Directores de Centros y Servicios de Atención a la Dependencia Gerontológica (ASCAD), Iñaki Antón, asegura que en los últimos años, la lista de espera para entrar a residencias concertadas o colaboradores se ha multiplicado por tres. “Los pacientes nos llegan en peor estado que hace cuatro años. Algunos mueren, otros sufren muchísimo porque requieren cuidados especializados que no tienen”, apunta.
El gerontólogo ha comprobado que la supervivencia en algunos de sus centros ha pasado de los dos años y cuatro meses en 2011 a rondar el año y cuatro meses de media en 2015.
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