artículos de actualidad

Diciembre 2011

Caja de recuerdos: una herramienta para la memoria

Fuente: Gerokon
Autora: Ana Belén Martin, psicóloga especializada en discapacidad

La Caja de Recuerdos es una técnica sencilla y muy interesante que estimula la mente y la memoria. La experta Ana Belén Martín nos explica cómo los objetos que guardamos en el tiempo ayudan a conectar con momentos importantes de la vida y que han perfilado nuestra identidad.

Cuando tratamos el tema de la Terapia de Reminiscencia, una de las técnicas que se citó como más habitual y efectiva es la llamada Caja de Recuerdos. Resulta una estrategia tan interesante y sencilla de realizar, que vamos a ahondar un poco más en su concepto y utilización para hacerla más accesible a cualquier persona que quiera usarla con su familiar, paciente, etc…

Por lo tanto, hemos de empezar recordando qué es una Caja de Recuerdos. Consiste en un lugar o caja en el que la persona puede disponer de sus recuerdos más significativos a través de la recopilación de objetos personales, o bien materiales que resulten comunes a un grupo de pacientes de la misma generación, modalidad que se suele usar más habitualmente en los centros de cara a la realización de sesiones grupales de reminiscencia. El uso de la Caja de Recuerdos puede servir a distintas finalidades, entre las que podríamos resaltar las siguientes:

- Sesiones individuales de apoyo psicológico.
- Terapias grupales de reminiscencias.
- Grupos de conversación: especialmente, cuando se presenta en un centro a nuevos usuarios.
- Momentos de validación.
- Como estímulo conductor para comunicarse y compartir vivencias con otras personas.

Esta caja puede contener objetos de muy diversa índole. Entre ellos, podríamos citar los siguientes:

a. Materiales gráficos

- Fotografías personales.
- Fotografías antiguas no personales.
- Documentación pasada como carnets, documentos de afiliación a grupos o entidades, cuadernos de notas académicas, libros de escolaridad,…
- Diarios, cartas, postales y anotaciones personales.
- Antiguas cartillas de racionamiento.
- Billetes y facturas.
- Propagandas y folletos de viajes.
- Colecciones de cromos.
- Recortes de prensa.
- Libros de historia del país, ciudad,… en la época del paciente.
- Libros sobre aficiones específicas de la persona.

b. Materiales audiovisuales.

- Música de la época del paciente.
- Letras de canciones.
- Vídeos documentales de épocas pretéritas.
- Películas de la colección del paciente y películas antiguas.
- Diapositivas.

c. Otros objetos personales.

- Ropas antiguas.
- Objetos antiguos del paciente como relojes, joyería o juguetes.
- Perfumes de uso habitual por parte del paciente en alguna época pasada.
- Otro tipo de colecciones (por ejemplo, monedas).

Es importante resaltar que la recopilación de estos materiales, dado que se trata fundamentalmente de objetos personales, debe contar siempre con la aprobación del paciente, pues “no se trata en ningún caso de vulnerar su intimidad, sino de facilitar la evocación del recuerdo a partir de una disposición emocional de aceptación, cooperación y comunicación entre ambas partes” (Andrés Sardiner).

Los ejercicios con Cajas de Recuerdos se llevan a cabo en el centro donde recibe atención el paciente, se debe procurar que los objetos incluidos no tengan un valor económico ni emocional excesivamente alto por el riesgo de pérdida o deterioro que se puede dar en este contexto en comparación con el hogar familiar. Aunque este detalle debe estar en equilibrio con el hecho de que sí deben tener el suficiente valor afectivo como para facilitar la evocación de recuerdos buscada. Ello conlleva que, en los centros en lo que se haga uso de esta estrategia, se debe asegurar una custodia de las cajas adecuada para garantizar la integridad y seguridad de las mismas.

Así mismo, su utilización en los centros como residencias y centros de día también sirve al propósito de proporcionar seguridad al paciente, acompañarle, favorecer su orientación y orientar el sentido de identidad y continuidad con su vida; se convierte en objeto de apego que facilita que la persona se sienta bien en el centro.

Por último, para aquellos que estén interesados en ponerlo en práctica en casa, aunque resulta una técnica muy sencilla de desarrollar, también existen materiales en el mercado que ayudan a llevarla a cabo y que se complementan con más actividades de estimulación cognitiva. Además del ya citado en el artículo sobre reminiscencia, “Activemos la Mente” de la Fundación La Caixa, otro de estos programas es El Baúl de los Recuerdos: Manual de Estimulación Cognitiva para Enfermos de Alzheimer en Ambiente Familiar de D. Losada, disponible en TEA Ediciones. Su precio no está al alcance de cualquier bolsillo, pero resulta un material de gran utilidad para el trabajo cognitivo en el entorno familiar.

Este autor parte de la idea de que una estimulación cognitiva constante, personalizada y flexible hace más lento el avance de la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, aportando calidad de vida. Este programa pretende ayudar al cuidador familiar y profesional a mantener al máximo las capacidades del paciente y a enseñarle a asumir la enfermedad.

Calidad ¿de qué?

Fuente: entremayores.es

Visito a menudo a mi amigo Blas en su nuevo hogar: una residencia.

Decidió hace un año libremente (¡faltaría más!) vivir ahí. Se quedó viudo, sus hijos viven fuera y empezaba a necesitar ayuda para algunas cosas.

Cada vez que hablo con él compruebo su acomodación al nuevo lugar. Por un parte me alegra, porque no sufre, dice estar contento. Pero todo ello me ha hecho pensar mucho. Definitivamente, vivir en una residencia le ha cambiado. Se ha convertido en un ser dócil, resignado. Me entristece pensar que ha cambiado por “obligación”. Me duele observar cómo obedece y se resigna ante las normas u órdenes que el centro (impecable) determina. Horarios rígidos, control en las salidas, prohibiciones… El otro día cambió de habitación por necesidad organizativa del centro: “unos reajustes de ocupación”, le dijeron.

El ambiente de la residencia pretende infundir seguridad y profesionalidad pero irradia una frialdad absoluta. Diríase de una mezcla de hospital y de muestrario “Ikea”. Me mira y me dice “es lo que hay, mi compañero de cuarto es amable, podría estar peor…” Yo le miro, asiento y sonrío. “Aquí estoy, amigo”.

Nuevos aires corren por el litoral. Todo el mundo habla de ello. La atención centrada en la persona, como nueva forma de atender a las personas que viven en residencias, cobra cada vez más fuerza. Un modelo, proclaman algunos, para garantizar la dignidad y los derechos de las personas mayores incluso cuando son dependientes. Una atención donde quien decide es la persona, donde se protege la intimidad y donde el respeto a las preferencias y a la historia de vida de la persona es lo fundamental.

Muchos lo creen posible, otros, sin embargo, piensan que es una moda, que es una utopía, que es caro… Difícil será, puedo imaginar lo que supone aplicarlo en centros como en el que reside mi amigo Blas, pero es lo que las personas deseamos: seguir gobernando nuestras vidas. Por eso, entre otras cosas, preferimos vivir en casa que en uno de estos centros residenciales.

Esperemos que la atención centrada en la persona no sirva para adornar los folletos publicitarios de los centros de atención. Que sea una realidad en el día a día. Que entre de verdad en la vida cotidiana de los centros, como ya sucedió hace décadas en otros países avanzados. Que los políticos, empresarios, profesionales y gestores, acepten que quien más sabe de su vida es quien la posee.
Que la calidad no está en el metro cuadrado del recinto, en el diseño moderno, en el uniforme blanco o en una plantilla cualificada que decide continuamente lo que es mejor o deja de serlo para quienes ahí son atendidos. Que la calidad de la atención sea calidad de vida y derechos de las personas.

La depresión en la tercera edad

Fuente: tercera-edad.org

Es un estado de abatimiento e infelicidad, que puede ser transitorio o permanente, cada vez más frecuente en las personas mayores.
Puede tener muchas causas, desde el estrés hasta la genética y afecta la forma en que esa persona come y duerme, en cómo se valora a sí mismo y la manera en que piensa.

Un trastorno depresivo no es lo mismo que un estado pasajero de tristeza. No indica debilidad personal. No es una condición de la cual uno puede liberarse a voluntad. Sin tratamiento, los síntomas pueden durar semanas, meses e incluso años.
Sin embargo, la mayoría de las personas que padecen de depresión puede mejorar con un tratamiento adecuado ya que en la actualidad la depresión goza de una muy buena respuesta al tratamiento farmacológico.

Es un error bastante frecuente achacar a la vejez los síntomas de la depresión, es decir, desesperanza, pesimismo, tristeza, apatía, falta de apetito o sueño, no querer estar con personas o familiares, o creer que es normal que los ancianos se depriman. Por el contrario, la mayoría de las personas de edad se sienten satisfechas con sus vidas.

La depresión en los ancianos, si no se diagnostica ni se trata, causa un sufrimiento innecesario para el anciano y para su entorno. Con un tratamiento adecuado, el anciano tendrá una vida placentera.

Cuando la persona de edad va al médico, puede solo describir síntomas físicos.
Esto pasa por que el anciano puede ser reacio a hablar de su desesperanza y tristeza, de su falta de interés en las actividades normalmente placenteras o de su pena después de la muerte de un ser querido. Las depresiones subyacentes en los ancianos son cada vez más identificadas y tratadas por los profesionales de salud mental.

Los profesionales van reconociendo que los síntomas depresivos en los ancianos se pueden pasar por alto fácilmente. También los profesionales detectan mejor los síntomas depresivos que se deben a efectos secundarios de medicamentos que el anciano está tomando, o debidos a una enfermedad física concomitante. Si se hace el diagnóstico de depresión, el tratamiento con medicamentos o psicoterapia ayuda a que la persona deprimida recupere su capacidad para tener una vida feliz y satisfactoria.

Una investigación reciente indica que la psicoterapia breve (terapia a través de charlas que ayudan a la persona en sus relaciones cotidianas, y ayudan a aprender a combatir los pensamientos distorsionados negativamente que generalmente acompañan a la depresión), es efectiva para reducir a corto plazo los síntomas de la depresión en personas mayores.

La psicoterapia también es útil cuando los pacientes ancianos no pueden o no quieren tomar medicamentos. Estudios de la eficacia de la psicoterapia demuestran que la depresión en la vejez puede tratarse eficazmente con psicoterapia. El mejor reconocimiento y tratamiento de la depresión en la vejez hará que este periodo de la vida sea más placentero para el anciano deprimido, para su familia y para quienes le cuidan.

Por lo tanto, si aparece cualquier síntoma, hay que pensar que no es por la edad y que puede ser por una depresión. Es fundamental no asustarse por las contraindicaciones de los antidepresivos, puesto que son fármacos que tienen demostrada su utilidad, no obstante hay que tener sumo cuidado con sus efectos secundarios y por ejemplo evitar conducir o hacerlo lo menos posible, por riesgo a la somnolencia y alteración de los reflejos, que conlleva también un aumento del riesgo de caídas.

Hay que esperar 15 días o más para ver su beneficio y mantenerlos el tiempo que el médico estime oportuno. Junto con la toma de la medicación es necesario, a la vez, corregir las causas que han motivado la situación que le ha llevado a la depresión.

El apoyo del entorno de la persona es fundamental. El trato con la persona mayor deprimida debe basarse en la integración, paciencia y en la comprensión de una situación de alteración del ánimo, por lo general reactivo a alguna causa de enfermedad y que le han abocado a la dependencia de otra persona, con el consiguiente sentimiento de carga, que, junto con la soledad y el aislamiento, le llevan a preguntarse sobre el sentido de su vida.

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Cristina Rodríguez Benito
directora de infogerontologia.com

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