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Marzo 2011

Abuelos, un trabajo a tiempo parcial

Fuente: elcomerciodigital.com

Las dificultades de los padres para conciliar obliga a los mayores a cuidar de los nietos entre 5 y 7 horas al día

La última Encuesta de Mayores de 2010, elaborada por el Ministerio de Sanidad y Política Social, aporta datos de una realidad cercana: los abuelos dedican entre 5 y 7 horas a atender a los más pequeños de la casa, lo más parecido a un empleo a tiempo parcial. De ahí que los sindicatos les animaran a la huelga del pasado 29 de septiembre.

El apoyo familiar entre generaciones, ante la dificultad de conciliar la vida laboral de lo s padres, lleva a que los carritos ya no los conduzcan jóvenes, sino canosos. Gran parte del tiempo de la jubilación lo dedican a cambiar pañales y calentar biberones de bebés. Y cuando termina esa etapa y crecen, a madrugar para dejarlos en el colegio, recogerlos a la salida, darles la comida, prepararles la merienda, ayudarles con los deberes, acompañarlos al parque...

En Oviedo hay 18.100 niños con menos de 9 años y 43.186 mayores de 65 años. Entre unos y otros vive una generación tan ocupada que los segundos cuidan de los primeros. Basta con darse una vuelta por La Corredoria, Pumarín o Teatinos.

Es el caso de los Álvarez, los Suárez y los Pérez.
Enol es el primer nieto en la familia protagonista de la portada y, según dicen sus padres y confirman sus abuelos paternos, casi va a haber disputas por quién cuida del niño. Ahora tiene tres meses y aunque su madre debería estar de baja por maternidad, ha vuelto a trabajar antes de lo previsto. Se recuperó bien y «necesitamos el dinero», reconoce. Su marido, Carlos, está en paro. Mientras ella sale a trabajar media jornada por la mañana, el papá busca empleo. El niño lo llevan con la abuela materna.

Maribel, la otra abuela de Enol, también trabaja. Cuida a dos niñas. Es fácil verla por las tardes paseando con ellas por el parque San Francisco. «Ya he criado a un montón de niños», dice orgullosa refiriéndose, además de a sus tres hijos, a los que le ha tocado por su trabajo.

Cuando su nuera trabaje a tiempo completo, a partir del 1 de marzo, la familia tendrá que organizarse para cuidar del nuevo miembro. «Tendremos que hacer un horario», bromea Vanesa. Una abuela lo cuidará entre semana; y la otra y el padre, el fin de semana. La madre irá y vendrá de sus casas los días que pueda para seguir criando a su pequeño.

A pesar del cambio que supone en esta familia la llegada de Enol, están «felices y encantados». El niño, mientras tanto, duerme tranquilamente en su carrito. No le importa que ni que le saquen para salir en la foto.

"Lo cojo yo"

«Abuela, a tí te quiero hasta en la pota y al tito, hasta las nubes». Eso les dicen Ekain, según cuenta sin poder esconder la sonrisa, Margarita Suárez, su abuela materna. Con tres años y unos enormes y avivados ojos, el pequeño comenzó este curso el colegio. Ella lo acompañó el miércoles pasado, junto a su hija, Vanessa Álvarez, para visitar las instalaciones del nuevo La Corredoria III, donde empezará mañana.

La madre vive en Pumarín y la hija en La Corredoria. Cuando nació el pequeño, pensaron en matricularlo en una guardería. «Lo cojo yo», se ofreció la abuela. Hasta que empezó la escuela, atenderlo era «como un trabajo». En casa se dedicaban a cantar, colorear y jugar; y si hacía bueno, al parque. Los fines de semana, Ekain se quedaba con los padres. «Mi hija dice que lo consentimos demasiado. Creo que tienes más paciencia con un nieto que con un hijo».

Ahora, el pequeño volverá a pasar más tiempo en la casa de La Corredoria. Margarita ha encontrado trabajo y Vanessa pasa a engrosar las listas de parados. Suárez ya sabe que lo pasará mal por no ver tanto al niño: «Cuando no está se le echa mucho de menos».
A la directora del centro, Maite Fernández, no le choca ni lo más mínimo que sean los veteranos quienes dejen y recojan a los pequeños. La situación se repite muy a menudo, aunque «a veces se combinan padres y abuelos», describe.

Más tiempo o más veces

Según el Estudio de Mayores, el 70% de los abuelos atiende a sus nietos. Ellas cuidan más tiempo, y ellos más veces. Las causas, son conocidas. Todos los padres que pueden o lo necesitan trabajan, y las escuelas infantiles o guarderías no siempre son la mejor opción, bien por falta de plazas en las públicas, cuestiones económicas, porque sus horarios no son lo suficientemente amplios o porque la familia decide que qué mejor sitio que una casa conocida.

Todos los problemas vienen originados «por la dificultad para conciliar en este país», apunta la vicedecana de Prácticas de la Facultad de Formación de Profesorado y Educación, Beatriz Prieto.

La situación, elogia, ha llevado a abandonar roles de una sociedad sexista: «Es algo muy bonito, algunos hombres han aprendido a cambiar pañales cuando son abuelos». Sin embargo, Prieto plantea algunos problemas de que sean los mayores y no los padres quienes eduquen. Por ejemplo, que «hay muchas cosas que forman parte del universo infantil y juvenil que ellos no pueden entender», como las nuevas tecnologías. El problema se repite al echarles una mano con los deberes de Matemáticas o Inglés.
También, en la educación.

Este papel, según Prieto, deben de dirigirlo los padres. El de los mayores, es más de custodia. «La atención no es la misma. Los abuelos son malcriadores, porque eso es lo que les da la felicidad. Educar es decir 'no' y poner límites como decirle que apague la Wii, que se coma la verdura, ... y no tiene por qué ser el abuelo quien lo haga», argumenta.

Lupe Pérez , vecina de Lugones, constata que su padre, Cecilio Pérez, da más privilegios a Sofía de los que tuvo ella. «Le trae más regalitos, chuches,... Lo veo con más paciencia», describe.

Cuando vivían en Andorra, la pequeña iba a la guardería. Al venirse a Asturias, el abuelo se encarga de llevarla cada mañana al colegio, también en La Corredoria, y de recogerla. «Su jornada laboral es por la mañana, aunque si lo necesito siempre está ahí. Y los fines de semana igual», dice la madre sobre Cecilio. Lupe también destaca la buena sintonía entre el hombre, de 60 años, y su nieta, de tres y medio: «Son como unas amiguitas, tan pronto se enfadan como juegan».

Escuelas de abuelos

Cruz Roja organiza 'Escuelas de abuelos' destinadas a aquellos que cuidan de forma habitual de sus nietos. Actualmente, desarrolla dos, una en Trubia y otra en Gijón. Son ocho sesiones de una hora y media donde un trabajador de la oenegé da pautas sobre cómo educar a unos niños con los que los cuidadores sienten una gran diferencia generacional. «A veces vienen porque están sobrepasados o porque son mujeres activas (la mayoría de las participantes) y están un poco cansadas del cuidado de los nietos y no tienen tiempo para ellas», cuenta la responsable del proyecto María Alba. O porque no saben cómo tratar a sus nietos, sobre todo cuando ya son adolescentes. O, simplemente, porque quieren conocer las experiencias de otras abuelas.

Que los abuelos se encarguen de cuidar a los nietos no es una alternativa para futuro, según Prieto. «Las personas que ahora recurrimos a los abuelos no vamos a poder dar ese recambio», advierte.

Ahora, las mujeres españolas son madres más tarde (la media está ya en los 35 años y tiende a subir) y «cuando te pille aquello que recibiste no vas a ser una abuela de 60 años como ahora, sino de 75-80. Hay que buscar una solución»

El Gobierno aprueba el nuevo baremo de valoración de la dependencia

Fuente: EFE

El Consejo de Ministros ha aprobado en su reunión de hoy el nuevo baremo de valoración de las personas con dependencia y la escala de valoración específica para menores de tres años.

Según detalla la referencia de la reunión, el objetivo de esta reforma es "ajustar y mejorar la fiabilidad y aplicabilidad del baremo" para garantizar una evaluación homogénea entre las Comunidades Autónomas.

El Gobierno ha precisado que las modificaciones no implicarán el aumento o disminución del número de personas beneficiarias y que las personas valoradas antes de la entrada en vigor de este Real Decreto no tendrán que ser valoradas de nuevo.

El texto aprobado hoy confirma el criterio establecido para las personas con pensión de gran invalidez y se mejora el régimen de homologaciones para las personas que tengan reconocida la necesidad de asistencia de tercera persona, reconociendo el grado y nivel de dependencia que resulte más favorable.

El Real Decreto no entrará en vigor hasta un año después de su publicación para dar tiempo a la revisión de las guías y su adaptación al sistema.

Según el Ejecutivo, el texto ha sido sometido al Comité Consultivo del Sistema, al Consejo Estatal de Personas Mayores, al Consejo Nacional de la Discapacidad y al Consejo Estatal de Organizaciones no Gubernamentales de Acción Social.

En cuanto al nuevo baremo de valoración de la dependencia, que afecta a todos los mayores de tres años, se tendrán en cuenta los informes existentes relativos a la salud de la persona y al entorno en que se desenvuelve.

Además, también incluirá la información obtenida mediante la observación, la comprobación directa y la entrevista personal de evaluación llevadas a cabo por profesional cualificado.

El baremo también especifica instrucciones de aplicación, un protocolo con los procedimientos y técnicas a seguir, y la determinación de los intervalos de puntuación que corresponden a cada uno de los grados y niveles de dependencia.

Para los menores de tres años,
el Gobierno ha acordado una Escala de Valoración Específica cuya valoración no tendrá carácter permanente ya que se establecen revisiones de oficio periódicas a los 6, 12, 18, 24 y 30 meses.

Cuando los niños cumplen tres años, deberán ser nuevamente valorados mediante el Baremo de Valoración general.

Esta escala valora la situación de dependencia de niños hasta tres años, comparando su situación con el funcionamiento esperado en otros niños de la misma edad

El dilema del avance médico en diagnósticos

Fuente: El País

En la actualidad se pueden detectar los signos de la enfermedad de Alzheimer años antes de que se manifieste la demencia. Sin embargo, al no existir un tratamiento los médicos se preguntan si es pertinente dar la información a sus pacientes.

Marjie Popkin se sentía como si le hubiesen administrado quimioterapia en el cerebro. Un estado de confusión mental y desmemoria que pensó era resultado de su tratamiento contra el cáncer ovárico. No pensaba con claridad, tenía problemas con los números y se le olvidaban las cosas que acababa de oír. Un doctor tras otro descartó sus quejas. Hasta hace poco, dado que no tenía problemas para cuidarse a sí misma, eso podría haber sido el final de su búsqueda de una explicación.

El año pasado, no obstante, Popkin fue con el doctor Michael Rafii, un neurólogo de la Universidad de California, San Diego, quien no sólo le hizo un examen neurológico exhaustivo, sino la sometió a pruebas nuevas, como una resonancia magnética que evalúa el volumen de áreas clave del cerebro y una punción lumbar. Algo andaba mal y no era la quimio en el cerebro. Lo más probable era que se tratara de la enfermedad de Alzheimer. Aunque al parecer estaba en las primeras etapas, todo apuntaba en esa dirección.

Hasta hace poco, la imagen del Alzheimer era la de la persona claramente demente, en ocasiones, con la mirada vacía, incapaz de seguir una conversación o recordar un compromiso asumido. Popkin no se parece en nada a eso. Para un observador casual, Popkin parece estar perfectamente bien. Coherente y acicalada, está en la vanguardia de una nueva generación de pacientes de Alzheimer, a la cual se diagnosticó tras encontrarse signos de la enfermedad con unas pruebas, años antes de que se declarara la demencia.

Sin embargo, las nuevas pruebas para diagnosticar llevan a un dilema moral. Dado que no existe un tratamiento para la Alzheimer, ¿es correcto decirle a la gente, con años de anticipación, que tiene una enfermedad cerebral progresiva y degenerativa o que tiene posibilidades de padecerla?
"Estoy tratando de resolver ese problema", señaló Rafii.

El dilema afecta no sólo a los pacientes de Alzheimer. La medicina moderna ha producido nuevas herramientas para el diagnóstico, desde escáneres hasta pruebas genéticas, con las que se puede encontrar enfermedades o pronosticar el riesgo de padecerlas décadas antes de que la gente pueda notar síntoma alguno.

Al mismo tiempo, no hay tratamientos efectivos para muchas de esas enfermedades. ¿Ayuda saber que es probable padecer una enfermedad si no hay nada que uno pueda hacer?

"Este es el precio que pagamos" por el conocimiento, comentó el doctor Jonathan D. Moreno, un catedrático de Ética de la Medicina y de Historia y Sociología de la Ciencia en la Universidad de Pensilvania.
"Creo que vamos a pasar por momentos realmente difíciles", agregó. "Tenemos mucha información, y debemos aprender qué información no queremos tener".

Muchos de los que llegan a la clínica de trastornos de la memoria en la UC San Diego, donde trabaja Rafii, no forman parte de la Iniciativa de Neuro-imágenes de la Enfermedad de Alzheimer, solo quieren saber qué anda mal con su cerebro.

Así que Rafii, en ocasiones, ofrece las pruebas del estudio para diagnosticar: punción lumbar y resonancia magnética para buscar encogimientos en áreas importantes del cerebro, así como tomografía por emisión de positrones (TEP) para buscar los signos delatores de Alzheimer en el cerebro. Los llama "ADNI en el mundo real", refiriéndose al acrónimo en inglés del estudio. Otros, también ofrecen dichas pruebas, aunque los médicos difieren en cuanto a qué tan lejos irán.

El doctor Mony J. de Leon de la Universidad de Nueva York, por ejemplo, estudia a personas con un riesgo mayor de Alzheimer, especialmente aquellas cuyas madres la padecieron, o de otras demencias. Este antecedente aumenta las posibilidades de sufrir Alzheimer.

Riesgos

Muchos de los que llegan a su clínica no tienen problemas de memoria, pero están preocupados. Así que De Leon los inscribe en un estudio y los somete a un conjunto de pruebas -unas que sondean la memoria, así como otras como punciones lumbares y encefalogramas para buscar signos de Alzheimer. Sin embargo, sólo proporciona a las personas una especie de evaluación general, y les dice que tienen riesgo mayor o menor o algo intermedio. "No les revelamos el indicador exacto", dijo De Leon.

Cambios

En San Diego, Marjie Popkin dijo que sus problemas de memoria habían empeorado desde que vio por primera vez a Rafii. Por ejemplo, dice, tiene dos gatos: "Tengo que recordar que no pueden venir conmigo cuando salgo por la puerta". Depende de una amiga, Taffy Jones, quien la llevó a su cita con Rafii, la visita a menudo y la llama todos los días. Sin embargo, eso es difícil para Jones.

En muchos sentidos, dijo Jones, Popkin es perfectamente normal. Recuerda alimentar a sus gatos, cambia la arena higiénica todos los días, se baña. "Hay otras cosas con las que no puede lidiar", dijo Jones. Vestirse se ha vuelto un problema, y Jones la tiene que llamar cada mañana y cada noche para recordarle que tome sus pastillas. Popkin ya no puede conducir y depende de Jones para ayudarla en cosas rutinarias, como hacer las compras.

Ayudarla se ha convertido en una tarea de tiempo completo.
Popkin es totalmente consciente de su grado de dependencia de la cordialidad de sus vecinos y de amigos como Jones. "Estoy tratando de adaptarme, pero no es fácil", dijo en una charla telefónica. "Yo soy muy pragmática. Sé donde estoy parada". Hay veces que simplemente se queda en su apartamento, y llora. No tiene familia y Jones es la única amiga que le queda; las demás se fueron.

El diagnóstico de las primeras etapas del Alzheimer fue un impacto, dijo Popkin, como "si me hubiesen pegado en el estómago". Su único consuelo es que su padre, el familiar que le quedaba, murió hace unos años, antes de que ella fuera diagnosticada. "Hubiera sido un impacto tremendo para él."
Y ¿se alegra ahora que sabe qué es lo que le pasa? "Ojalá nunca hubiera sabido", dijo.


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Cristina Rodríguez Benito
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